jueves, 30 de junio de 2016

Ondas gravitatorias. Predicción (3)

(Continuación) En su caso los intensos estallidos de energía generada, viajarían a la velocidad de la luz (c) en forma de ondas gravitatorias.

Unas ondulaciones que se expandirían en todas las direcciones, curvando el espacio y el tiempo a su paso y a lo largo de miles de millones de años.

Ejemplos de esos sucedidos cósmicos, capaces de generar estas distorsiones podrían ser los choques de agujeros negros o las fusiones de estrellas de neutrones o supernovas.

Pero para todos ellos, incluso para los más inconcebiblemente catastróficos, Einstein pensó que nunca los podríamos detectar. Que serían imperceptibles para los observadores terráqueos.

Es decir que las ondas gravitatorias eran sólo una fascinante hipótesis sin prueba.

Sólo una hipótesis sin pruebas
Eso pensaba el genio en la segunda década del siglo XIX. Imposible de toda imposibilidad.

Y para tan categórica afirmación se basó en razones de peso. La principal, que las fuentes de dichos fenómenos cósmicos se encuentran en términos astronómicos muy lejos de nosotros.

Tan lejos que sus señales tienen que atravesar tanto “espacio vacío”, en el que de forma inevitable se dispersa parte de su energía que, al llegar a nuestro Sistema Solar, aquellas serían ya imperceptibles, incluso con la tecnología más avanzada de la que se pudiera disponer.

No. En la opinión del genio relativista nunca podríamos detectar ondas gravitatorias y, por ende, nunca dispondríamos de una prueba empírica con la que convertir la hipótesis en teoría cierta.

Sin embargo.

Nunca digas, nunca jamás
Eso mismo. Sin embargo nunca digas, nunca jamás. Y como bien saben, desde finales del pasado siglo XX, sabemos que el genio alemán se equivocó.

Por suerte lo hizo sólo en el detalle, porque en lo que respecta a este campo relativista acertó, como siempre y de pleno, en lo importante. Las ondas gravitacionales existen.

No obstante el camino del hallazgo de evidencias y pruebas, no ha sido fácil ni se ha recorrido en un día. Sabido es que Zamora no se ganó en una hora. Sino en mucho más.

Y en el caso que nos ocupa, para detectar las ondas gravitatorias de forma directa ha hecho falta todo un siglo. La verdad es que había y hay algunas dificultades, unas intrínsecas y otras extrínsecas.

Dificultades empíricas
Dentro de las primeras, y para empezar, hay que tener en cuenta que las fluctuaciones que estas ondas producen en el espacio, tienen un tamaño muy, pero que muy, pequeño.

Uno que es propio y típico del mundo subatómico. No les digo más.

Se estima que su longitud es del orden de la milésima (1/1000) parte del tamaño de un protón, como saben una partícula fundamental del átomo que no elemental algo inestable él, y al que las últimas observaciones experimentales le dan un radio de valor 8,4123·10-16 m. (Continuará)



No hay comentarios :