martes, 12 de octubre de 2010

Un monumento a la Primera Vuelta al Mundo (III)

(Continuación) Fue Filolao de Tarento fue el primero en proponer una Tierra esférica, como única forma de explicar la desaparición gradual del casco y velamen de los barcos tras el horizonte.

O que la sombra que la Tierra proyecta sobre la Luna en los eclipses sea circular, etcétera. Ya les he prevenido sobre la inteligencia humana.

Filolao pertenece a esa época de la cultura griega en la que se inicia el predominio de Alejandría sobre Atenas. Y con él surge un nuevo tipo de astrónomo.

Se trata de un científico que elabora un verdadero programa de investigación y que valora la observación sistemática y cotidiana, basada en instrumentos que inventa y desarrolla.

Tras él, Eratóstenes de Cirene (273 194 a.C), determinó el valor de la circunferencia máxima de la Tierra en 40 000 km (actualmente se considera de 40 067,96 km en el Ecuador). Ya lo hemos comentado. Un prodigio geométrico.

Posteriormente Ptolomeo lo volvió a calcular, pero a la baja, le salieron tan solo 33 000 km. Un error que fue a más cuando Colón confundió las millas alejandrinas con las marinas de su época.


Éste, junto con otros errores de lecturas bíblicas le llevaron a la conclusión de que el continente asiático, a cuya costa oriental quería llegar, tenía una medida diez veces mayor que la real.

Es decir, que estaría a unos 4400 km de Europa sentido oeste. Como sabemos que en realidad está a unos 19 600 km, la distancia nunca la hubiera podido cubrir Colón. Por suerte, cuando apenas llevaba unos 1600 km se encontró con América.

De manera que, cuando Colón emprendió su viaje, uno de sus problemas no era la forma de la Tierra; más bien se trataba de un problema de tamaño, de dimensiones.

Colón fue el primero en empequeñecer el mundo, desafiando al oscuro océano y a sus monstruos marinos. Si bien la demostración empírica de la esfericidad de la Tierra, no se produjo hasta unos años después con Elcano.

Y ahora sí. Vayamos con el propósito científico del viaje, que al final resultaron ser dos.

El propósito del viaje
Uno de ellos está perfectamente expresado en una frase del navegante portugués, Fernando de Magallanes: “La Iglesia dice que la Tierra es plana, pero yo sé que es redonda, porque vi la sombra en la Luna, y tengo más fe en una sombra que en la Iglesia”.

Perfecta. Es un buena forma de diferenciar ciencia y creencia. Y por supuesto que con la expedición se demostró -vía empírica- que la Tierra es esférica y no plana.

Lo que no fue óbice para que la gente continuara hablando y desenvolviéndose como si fuera plana.

Pues casi como hoy en día, en el que no es difícil encontrar personas que piensan como Copérnico, pero hablan como Ptolomeo.

Y así decimos hoy se ha puesto el Sol a las 7,45 h. Como si fuera él el que se moviera. O la Luna sale a las 19,00. En fin. Lo que es hablar sin pensar. Qué le vamos a hacer. De estos mimbres estamos hechos los humanos.

Éste, el de la esfericidad, era el propósito conocido y pretendido al que hacía alusión al principio y que se consiguió. Pero hay otro. Uno del que no se sospechaba su existencia, y por tanto no se podía pretender, aunque se consiguió. Lo he llamado “El día que faltaba”.

El día que faltaba
Sí. También se demostró algo ignorado hasta ese momento e insospechado. Que la Tierra gira alrededor de su propio eje, tardando veinticuatro horas (24 h) en hacerlo. Todo un día.

Y a esta conclusión se llegó gracias a la meticulosidad con la que realizó su trabajo el italiano Francisco Antonio Pigafetta, cronista italiano que acompañó a Magallanes en este viaje y uno de los dieciocho que sobrevivieron y regresaron con Elcano. (Continuará)

1 comentario :

English sir dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.