El Principio de Conservación de la Energía (PCE) -y en general todos los principios de conservación, entiéndase, de la masa, la carga eléctrica, la cantidad de movimiento y otros más que en el mundo de física han sido, son y todo apunta que serán-, estos principios les decía, desde un punto de vista filosófico, siempre han suscitado discusiones y controversias.
Y es que no es poco lo que se ha polemizado, acerca de sus significados, orígenes, naturalezas, etcétera.
De hecho hay quienes piensan que no son más que definiciones, convenios y proposiciones. Nada más.
Lo que resulta un pensamiento algo extremo e inquietante.
Eso sí, reconocen que son extremadamente ventajosos. En fin algo es algo y más que nada. Admiten que no sólo puede demostrarse que sean falsos (Principio de falsación), sino que, además, resultan muy útiles, fundamentalmente, por su sencillez de aplicación (Navaja de Occam).
La pregunta entonces es, ¿cómo que “no son más que…”? o ¿qué es eso de “Nada más”? ¿Es que les parece poco? ¡Esta Filosofía y sus filósofos!
Pero deberíamos estar prevenidos a estas alturas. Que ya nos avisó el maestro cuando dijo que "tenía que haber gente pa tó". En fin. Vamos a lo que estamos.
Ocurre con estos principios conservativos, algo parecido a lo que sucede con la siguiente hipótesis que les traigo.
Versa sobre el origen de las fuerzas de fricción o rozamiento y, aunque nos pueda parecer ridícula, es irrefutable.
Lo digo porque tiene que ver con los demonios. Ellos son los causantes del rozamiento. Y estarán conmigo en que no parece que congenien mucho la física y los moradores del Averno.
O sí. Vaya usted a saber. Pero bueno ahí está. Por supuesto es auténtica. Tiene ya, nada menos que cincuenta (50) años.
Aparece en el libro "Physics for the inquiring mind. The methods, nature, and phylosophy of physical science" de Eric Rogers, y está publicado por New JerseyLondon: Princeton university press - Oxford university press, 1960.
La primera parte del título “Física para la mente inquisitiva”, ya nos pone sobre aviso acerca del tipo de destinatario que desea su autor.
O sea que están avisados. Por si siguen interesados en él, les dejo a modo de aperitivo con lo prometido:
TÚ: No creo en demonios.
FAUSTO: Yo sí.
TÚ: De cualquier manera no veo como los demonios puedan hacer la fricción.
FAUSTO: Ellos simplemente se paran enfrente de las cosas y las empujan para evitar que se muevan.
TÚ: Yo no puedo ver demonios ni en la mesa más áspera.
FAUSTO: Ellos son demasiado pequeños, también son transparentes.
TÚ: Pero hay más fricción sobre superficies ásperas.
FAUSTO: Hay más demonios.
TÚ: El aceite ayuda.
FAUSTO: El aceite ahoga a los demonios.
TÚ: Si pulo la mesa, hay menos fricción y la pelota rueda más lejos.
FAUSTO: Estás quitando a los demonios, quedan menos para empujar.
TÚ: Una bola más pesada experimenta más fricción.
FAUSTO: Más demonios la empujan, y aplasta más sus huesos.
TÚ: Si yo pongo un ladrillo áspero sobre una mesa, puedo empujar contra la fricción con más y más fuerza hasta un límite, y el bloque se queda quieto con la fricción compensando exactamente mi empuje.
FAUSTO: Naturalmente, los demonios empujan suficientemente fuerte para evitar que muevas el ladrillo, pero hay un límite a sus fuerzas, más allá del cuál ellos desfallecen.
TÚ: Pero cuando empujo suficientemente fuerte y pongo al ladrillo en movimiento hay fricción que retarda al ladrillo conforme se va moviendo.
FAUSTO: Sí, una vez que los demonios han desfallecido y son aplastados por el ladrillo, es el rompimiento de sus huesos el que se opone al desliza¬miento.
TÚ: Yo no puedo sentirlos.
FAUSTO: Frota tu dedo sobre la mesa.
TÚ: La fricción sigue leyes definidas. Y así, el experimento muestra que un ladrillo deslizándose sobre la mesa es retardado por la fricción, una fuerza independiente de la velocidad.
FAUSTO: Naturalmente, se aplasta el mismo número de demonios, no importa lo rápido que los aplastes.
TÚ: Si deslizo un ladrillo por la mesa una y otra vez, la fricción es la misma cada vez. Los demonios quedarían aplastados en el primer viaje.
FAUSTO: Sí, pero ellos se multiplican increíblemente rápido.
TÚ: Hay otras leyes de la fricción: vg el retardo es proporcional a la "presión" que sostiene juntas las superficies.
FAUSTO: Los demonios viven dentro de los poros de la superficie, más presión hace que un número mayor de ellos salga a empujar y sean aplastados... ".
¿Les suena la falacia verdad?
Y es que no es poco lo que se ha polemizado, acerca de sus significados, orígenes, naturalezas, etcétera.
De hecho hay quienes piensan que no son más que definiciones, convenios y proposiciones. Nada más.
Lo que resulta un pensamiento algo extremo e inquietante.
Eso sí, reconocen que son extremadamente ventajosos. En fin algo es algo y más que nada. Admiten que no sólo puede demostrarse que sean falsos (Principio de falsación), sino que, además, resultan muy útiles, fundamentalmente, por su sencillez de aplicación (Navaja de Occam).
La pregunta entonces es, ¿cómo que “no son más que…”? o ¿qué es eso de “Nada más”? ¿Es que les parece poco? ¡Esta Filosofía y sus filósofos!
Pero deberíamos estar prevenidos a estas alturas. Que ya nos avisó el maestro cuando dijo que "tenía que haber gente pa tó". En fin. Vamos a lo que estamos.
Ocurre con estos principios conservativos, algo parecido a lo que sucede con la siguiente hipótesis que les traigo.
Versa sobre el origen de las fuerzas de fricción o rozamiento y, aunque nos pueda parecer ridícula, es irrefutable.
Lo digo porque tiene que ver con los demonios. Ellos son los causantes del rozamiento. Y estarán conmigo en que no parece que congenien mucho la física y los moradores del Averno.
O sí. Vaya usted a saber. Pero bueno ahí está. Por supuesto es auténtica. Tiene ya, nada menos que cincuenta (50) años.
Aparece en el libro "Physics for the inquiring mind. The methods, nature, and phylosophy of physical science" de Eric Rogers, y está publicado por New JerseyLondon: Princeton university press - Oxford university press, 1960.
La primera parte del título “Física para la mente inquisitiva”, ya nos pone sobre aviso acerca del tipo de destinatario que desea su autor.
O sea que están avisados. Por si siguen interesados en él, les dejo a modo de aperitivo con lo prometido:
TÚ: No creo en demonios.
FAUSTO: Yo sí.
TÚ: De cualquier manera no veo como los demonios puedan hacer la fricción.
FAUSTO: Ellos simplemente se paran enfrente de las cosas y las empujan para evitar que se muevan.
TÚ: Yo no puedo ver demonios ni en la mesa más áspera.
FAUSTO: Ellos son demasiado pequeños, también son transparentes.
TÚ: Pero hay más fricción sobre superficies ásperas.
FAUSTO: Hay más demonios.
TÚ: El aceite ayuda.
FAUSTO: El aceite ahoga a los demonios.
TÚ: Si pulo la mesa, hay menos fricción y la pelota rueda más lejos.
FAUSTO: Estás quitando a los demonios, quedan menos para empujar.
TÚ: Una bola más pesada experimenta más fricción.
FAUSTO: Más demonios la empujan, y aplasta más sus huesos.
TÚ: Si yo pongo un ladrillo áspero sobre una mesa, puedo empujar contra la fricción con más y más fuerza hasta un límite, y el bloque se queda quieto con la fricción compensando exactamente mi empuje.
FAUSTO: Naturalmente, los demonios empujan suficientemente fuerte para evitar que muevas el ladrillo, pero hay un límite a sus fuerzas, más allá del cuál ellos desfallecen.
TÚ: Pero cuando empujo suficientemente fuerte y pongo al ladrillo en movimiento hay fricción que retarda al ladrillo conforme se va moviendo.
FAUSTO: Sí, una vez que los demonios han desfallecido y son aplastados por el ladrillo, es el rompimiento de sus huesos el que se opone al desliza¬miento.
TÚ: Yo no puedo sentirlos.
FAUSTO: Frota tu dedo sobre la mesa.
TÚ: La fricción sigue leyes definidas. Y así, el experimento muestra que un ladrillo deslizándose sobre la mesa es retardado por la fricción, una fuerza independiente de la velocidad.
FAUSTO: Naturalmente, se aplasta el mismo número de demonios, no importa lo rápido que los aplastes.
TÚ: Si deslizo un ladrillo por la mesa una y otra vez, la fricción es la misma cada vez. Los demonios quedarían aplastados en el primer viaje.
FAUSTO: Sí, pero ellos se multiplican increíblemente rápido.
TÚ: Hay otras leyes de la fricción: vg el retardo es proporcional a la "presión" que sostiene juntas las superficies.
FAUSTO: Los demonios viven dentro de los poros de la superficie, más presión hace que un número mayor de ellos salga a empujar y sean aplastados... ".
¿Les suena la falacia verdad?
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