Por supuesto que los vencejos pueden emprender el vuelo desde el suelo, eso sí, si disponen de suficiente espacio, son adultos y están sanos. Circunstancias que no siempre se dan, cuando los vemos posados en tierra.
Por lo general, el vencejo que nos encontramos en el suelo de la calle suele ser un polluelo caído del nido. O un adulto debilitado por falta de alimento o enfermo. En cualquier caso, un volador incapaz de despegar.
Para estos casos los expertos nos dicen que conviene hidratarlos con un poco de agua y lanzarlos fuertemente en vertical.
Hace un par de veranos, al llegar a casa una noche, me encontré una cría en el portal. Se había caído del nido y, por el mal aspecto que presentaba, debía de llevar allí ya varias horas. Un vencejito herido.
Lo subí a casa, al mismo ático desde donde, probablemente había visto a sus padres llevarle alimento. Lo cuidé y alimenté lo mejor que supe y pude. Pero fue insuficiente.
Desde entonces tengo para mí que, aunque los sigo mirando volar como siempre, ya nos lo veo como antes. Algo ha cambiado en mí. No es lo mismo mirar que ver. Como no es igual oír que escuchar.
Unas acciones que ya han sido enrocadas y, quiero pensar, de forma clara.
Como claro sigo teniendo que los de mi calle, mis vencejos, nunca han anidado en altos campanarios de antiguas iglesias, ni en muros de céntricos palacios, ni en cornisas de casas solariegas de la orilla izquierda de la dársena sevillana. No.
Los antepasados de mis volanderos vecinos hicieron sus primeras nidadas en la otrora orilla del fenicio rio Baits, después Betis y, más tarde, Tharsis. El árabe Río Grande. En la orilla del arrabal trianero. En concreto en la que, durante algunos años fue conocida como la “torre de los pájaros”.
Bueno, pues ya se lo apunté. Es muy cerca del antiguo Puerto de Mulas. La calle lleva el nombre de un accidente geográfico israelí, sobre el mar Mediterráneo.
Un lugar mencionado en el Antiguo Testamento de la Biblia y donde, según el profeta Elías, se demuestra que el Señor de Israel es el verdadero Dios.
Un tema de creencia, pues. Como el de los vencejos de mi calle.
Unas acciones que ya han sido enrocadas y, quiero pensar, de forma clara.
Como claro sigo teniendo que los de mi calle, mis vencejos, nunca han anidado en altos campanarios de antiguas iglesias, ni en muros de céntricos palacios, ni en cornisas de casas solariegas de la orilla izquierda de la dársena sevillana. No.
Los antepasados de mis volanderos vecinos hicieron sus primeras nidadas en la otrora orilla del fenicio rio Baits, después Betis y, más tarde, Tharsis. El árabe Río Grande. En la orilla del arrabal trianero. En concreto en la que, durante algunos años fue conocida como la “torre de los pájaros”.
Postdata
Son varios los amables seguidores que me han preguntado dónde vivo. Lo hacen naturalmente por lo de la observación vencejera (No, el vídeo de la entrada anterior no está realizado desde mi ático). Bueno, pues ya se lo apunté. Es muy cerca del antiguo Puerto de Mulas. La calle lleva el nombre de un accidente geográfico israelí, sobre el mar Mediterráneo.
Un lugar mencionado en el Antiguo Testamento de la Biblia y donde, según el profeta Elías, se demuestra que el Señor de Israel es el verdadero Dios.
Un tema de creencia, pues. Como el de los vencejos de mi calle.
1 comentario :
Soy de Sevilla ¿Qué sabe de la Torre de los Remedios y estos pájaros?
Le felicito por el blog
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