miércoles, 18 de diciembre de 2013

“Eppur si muove”, la historia (1)


La verdad de la mentira de la famosa cita, la historia, parece que discurre por un sendero paralelo al de la leyenda. Juzguen ustedes.

Desde el sentido común resulta poco probable que el genial pisano -después de haber abjurado del heliocentrismo copernicano, en los términos que lo hizo presionado por el Santo Oficio-, quisiera correr riesgos.

No, no pronunció esas palabras. Al menos en ese momento.

Pero bien pudo haber otro, en el que sí pudo decirlas. Nunca el imposible pudiendo optar por el improbable.

Un probable momento
Pudo, pero pruebas documentales conocidas no existen.

Ni en el procedimiento de la Inquisición, ni en las propias cartas y escritos de Galileo, ni en otras fuentes contemporáneas aparecen dichas palabras.

No obstante, ante tanta puerta cerrada hay quien ha visto una ventana entreabierta. Un momento y un lugar en los que, a su entender, pudieron emitirse dichas palabras. Les pongo en antecedentes.

Como sabemos, junto a la confesión, Galileo fue condenado a prisión perpetua, que le fue conmutada por el arresto domiciliario.

Pero antes pasó una temporada en el palacio arzobispal de Siena, custodiado y protegido por su amigo el arzobispo Ascanio Piccolomini.

Y fue aquí cuándo, al finalizar su estancia y en el momento de despedirse de su benefactor y anfitrión, que Galileo pudo haber pronunciado su “Eppur si muove”.

Empero, estamos en las mismas. De esta otra versión de la cita tampoco hay nada definitivo.

Luego pudo o no, pensará usted con toda razón. De acuerdo.

No obstante, en este caso, existe un sugerente rastro que comienza, ya en el siglo XX, con la restauración de un cuadro perteneciente a una familia belga. Fue en 1911, y por medio puede andar el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo ((1618-1682).

A pesar de ser el pictórico un hilo muy delgado, soy consciente de ello, lo cojo por la punta y tiro de él. Lo llamaré el caso Murillo. Una cuestión de patria chica por lo que, ya de antemano, les presento mis disculpas.

“El caso Murillo”
Les decía más arriba que todo este asunto empieza con la restauración de un cuadro, en el que supuestamente se ve a Galileo en los calabozos de la Inquisición (Continuará).






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