martes, 3 de diciembre de 2013

Calle Vencejo de Sevilla [y II]


(Continuación) En su caso es sólo una dificultad derivada de su envergadura, de su gran complexión. No es justo para ellas, por tanto, compararlas con nuestro nivel intelectual.

Y de extraordinaria biología
Porque han de saber que el aire primaveral sevillano, como tantos otros, está colonizado por el polen de las gramíneas, volanderos molinillos de viento, semillas vestidas con su borra algodonosa, y por minúsculos insectos sin rumbo fijo.

En fin que en primavera, el aire, está ocupadísimo.

De ahí la frenética actividad de los vencejos. Sencillamente andan en busca de alimento y lo hacen como, únicamente, saben. Volando siempre.

Bueno, como casi siempre. Al parecer son nueve (9) meses al año, los que se pasan estos animales en el aire. Ese es el tiempo que calculan los científicos, que se pasan volando. Una peculiar forma de vida, de la que derivan buena parte de sus curiosas costumbres.

Por ejemplo, a la hora de comer no les queda más remedio que conformarse con lo que se le cruce en su camino. Así que mantienen el pico abierto durante horas, como un embudo, y a esperar. A ver qué entra en el buche.

Este pájaro no sólo tiene, quizás, las mejores alas de la naturaleza, oscuras y curvadas, sino que posee unos ojos grandísimos y una agilidad que le permite volar, de forma arriesgada, en espacios muy limitados. Eso sí, siempre con el pico abierto.

Abro paréntesis. Les suele entrar de todo: mosquitos, pulgones, pequeños escarabajos, polillas, moscas, etcétera; lo que se conoce científicamente como plancton aéreo.

Una analogía científica con el conjunto de organismos que flotan en aguas saladas o dulces, y que conocemos como plancton.

En el caso del aéreo, lo componen todo un conjunto de invertebrados que sirven de alimento a diferentes aves como las golondrinas o los vencejos. Cierro paréntesis.

Así, en una tarde, pueden capturar miles de insectos haciendo quiebros, vueltas, espirales, mientras lanza chillidos profundos.

Y me itero. Conviene no confundirlos con los aviones y las golondrinas. Son vencejos.

Asombrosos vencejos
Vencejos de los cielos les decía, porque hasta se aparean sin dejar de volar e, incluso, duermen. Que eso creo que no se lo he dicho.

¿Y qué hacen para dormir?

Pues cuando tienen sueño ascienden a unos dos kilómetros (2 km) de altura, reducen su velocidad de vuelo, que en condiciones normales puede alcanzar los ciento sesenta kilómetros a la hora (160 km/h) y, entonces, se entregan en brazos de Morfeo.

Se dejan llevar por las corrientes térmicas, aunque en ocasiones tengan que batir las alas para no caer. Los expertos calculan que pueden reducir la frecuencia de su aleteo, de los habituales diez (10) movimientos, a tan sólo seis (6).

Para descansar durante estas horas, tienen una estrategia. Disminuyen la actividad de uno de sus hemisferios cerebrales, mientras el otro lleva el control del vuelo.

¡Qué biología la de estas aves migratorias! Las últimas en llegarnos.


Lo sé porque las tengo de vecinas. Perdón por la auto cita, pero me refiero a los vencejos de mi calle.




1 comentario :

un sevillano curioso dijo...

¿Qué sabe de la torre de los remedios y estos animales?