Han de saber que desde el año 632 hasta el 647, Corea fue gobernada por una mujer con unas extraordinarias aptitudes para la ciencia: la reina Sonduk.
Con sólo siete años, formuló una hipótesis para explicar el por qué las peonias no tenían aroma.
Su padre, que ya estaba curado de espantos ante la precocidad de la niña, no pudo por menos que quedarse atónito cuando los científicos corroboraron la hipótesis de la princesita. No se podía negar. La niña era un prodigio de inteligencia.
A lo largo de su vida Sonduk mantuvo siempre gran interés por las ciencias naturales. Durante su reinado mandó construir en Gyeongju, la capital del antiguo reino de Silla, el que sería el primer observatorio de toda Asia, conocido como “Torre de la Luna y las Estrellas”.
En la actualidad este observatorio de piedra, con forma de botella de leche, es una de las estructuras más antiguas del mundo en su tipo. Está considerado como Tesoro Nacional, por lo que preocupa un hecho.
Desde hace unos años, es visible a simple vista, se está inclinando lentamente. Como la torre de Pisa. Una inclinación leve pero que de no ser corregida, podría colapsar la estructura en unos cien años.
Esperemos que esta situación cambie. Lo digo por aquello de que nada dura más que el cambio.
También para la peonia, la flor asiática salvaje, las cosas han cambiado. Ahora se cultiva en invernaderos y, gracias a la experimentación, se han conseguido peonias cruzadas. Una de ellas despide un oloroso perfume. Otras se emplean en decoración, estética e investigaciones médicas.
Cuenta de ella que, llevada a presencia del califa Harun al-Rasid, supo contestar todas las preguntas que le plantearon distintos sabios en filosofía, matemáticas, lógica, religión, leyes, poesía, medicina, retórica, etc.
Sabía tanto o más que los expertos allí congregados y no tenía reparos en demostrárselo. Además poseía cualidades de las que éstos nunca podrían alardear. Era bella, recitaba miles de poesías, tocaba el laúd, cantaba con buena voz, etc. Un símbolo de la mujer científica en la Edad Media, en este caso musulmana.
Aunque no se sepa de ninguna aportación científica de Tawaddud. Lo mismo no la llegó a realizar nunca. O igual lo hizo y fue atribuida a algún hombre. Todo puede ser. Lo que es seguro es que se trataba de una mujer oriental singular: inteligente, activa, culta y valiente.
Quizás por eso la historia de Tawaddud se suele omitir en el libro de relatos noctivagos. Quizás porque se presuponga que resultará aburrido a la mayoría de los lectores. Vaya usted a saber.
A lo que se ve, no había muchas diferencias para las mujeres de aquellos tiempos. Si Oriente encerraba a sus mujeres y las imaginaba liberadas, Occidente las mantenía en libertad y las imaginaba encerradas.
En cualquier caso, dos callejuelas sin salida.
Con sólo siete años, formuló una hipótesis para explicar el por qué las peonias no tenían aroma.
Su padre, que ya estaba curado de espantos ante la precocidad de la niña, no pudo por menos que quedarse atónito cuando los científicos corroboraron la hipótesis de la princesita. No se podía negar. La niña era un prodigio de inteligencia.
A lo largo de su vida Sonduk mantuvo siempre gran interés por las ciencias naturales. Durante su reinado mandó construir en Gyeongju, la capital del antiguo reino de Silla, el que sería el primer observatorio de toda Asia, conocido como “Torre de la Luna y las Estrellas”.
En la actualidad este observatorio de piedra, con forma de botella de leche, es una de las estructuras más antiguas del mundo en su tipo. Está considerado como Tesoro Nacional, por lo que preocupa un hecho.
Desde hace unos años, es visible a simple vista, se está inclinando lentamente. Como la torre de Pisa. Una inclinación leve pero que de no ser corregida, podría colapsar la estructura en unos cien años.
Esperemos que esta situación cambie. Lo digo por aquello de que nada dura más que el cambio.
También para la peonia, la flor asiática salvaje, las cosas han cambiado. Ahora se cultiva en invernaderos y, gracias a la experimentación, se han conseguido peonias cruzadas. Una de ellas despide un oloroso perfume. Otras se emplean en decoración, estética e investigaciones médicas.
Y de una reina a una esclava
En la colección de relatos conocido como ‘Las mil y una noches’, Sherezade habla de Tawaddud, una joven esclava árabe de excepcional inteligencia.Cuenta de ella que, llevada a presencia del califa Harun al-Rasid, supo contestar todas las preguntas que le plantearon distintos sabios en filosofía, matemáticas, lógica, religión, leyes, poesía, medicina, retórica, etc.
Sabía tanto o más que los expertos allí congregados y no tenía reparos en demostrárselo. Además poseía cualidades de las que éstos nunca podrían alardear. Era bella, recitaba miles de poesías, tocaba el laúd, cantaba con buena voz, etc. Un símbolo de la mujer científica en la Edad Media, en este caso musulmana.
Aunque no se sepa de ninguna aportación científica de Tawaddud. Lo mismo no la llegó a realizar nunca. O igual lo hizo y fue atribuida a algún hombre. Todo puede ser. Lo que es seguro es que se trataba de una mujer oriental singular: inteligente, activa, culta y valiente.
Quizás por eso la historia de Tawaddud se suele omitir en el libro de relatos noctivagos. Quizás porque se presuponga que resultará aburrido a la mayoría de los lectores. Vaya usted a saber.
A lo que se ve, no había muchas diferencias para las mujeres de aquellos tiempos. Si Oriente encerraba a sus mujeres y las imaginaba liberadas, Occidente las mantenía en libertad y las imaginaba encerradas.
En cualquier caso, dos callejuelas sin salida.
2 comentarios :
muy crítico
Excelentes relatos.
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