Si hay algo en lo que coinciden la mayoría de los expertos en Robótica, es en admitir lo complicado que resulta dar una definición de la misma, que sea aceptada por todos.
Y es que las hay de lo más dispares y curiosas.
Aunque no entraremos por ahora en este telar, lo cierto es que no parece que este diseño de sistemas, esta conexión inteligente entre percepción y acción, se deje definir.
Es por lo que echaré mano de Isaac Asimov, que para algo fue quien acuñó este término. Así que ya está.
Habemus definición: “La Robótica describe todas las tecnologías asociadas con los robots”.
Como es sabido, Asimov escribió muchos relatos, cuentos y novelas, sobre robots. El primero fue ‘Robbie’ (1940), seguido de ‘Razón’ (1940) y ‘Mentiroso’ (1941).
Estos robots actuaban siguiendo unas normas que marcaban su comportamiento, unas pautas que Asimov bautizó como ‘Las Tres Leyes de la Robótica’.
Y lo curioso es que lo hizo mucho antes de que el término robótica fuera de uso general. Un adelantado.
Con ellas pretendía prevenir el llamado “complejo de Frankenstein”.
Y que, hipotéticamente, podrían rebelarse en contra de su creador. O sea nosotros.
Asimov pensó que era algo que bien podría ocurrirles a sus robots, por lo que decidió implantar en los circuitos de sus cerebros positrónicos (que no electrónicos), las tres leyes de la robótica.
Leyes que un robot no podría violar ya que, con intentarlo siquiera, su cerebro resultaría dañado de forma irreversible. El robot dejaría de funcionar.
Eran unas leyes inexorables que todo robot debería seguir por fuerza y a las que no podría oponerse. No me negarán que está bien pensado. De hecho muchos escritores le imitaron con el tiempo.
A fin de cuentas, son máquinas creadas por el hombre para su servicio.
Pero de ahí a pensar, como algunos pretenden, que en el caso de que se construyan en un futuro robots inteligentes, éstos deberían llevar implantado, como código de conducta, algo similar, si no idéntico, a las leyes de Asimov, dista un abismo.
No digo imposible, pero sí muy improbable.
En la próxima entrega les hablaré de las Leyes de la Robótica, que ya les adelanto que no son tres sino cuatro. Así que acabamos bien.
Y es que las hay de lo más dispares y curiosas.
Aunque no entraremos por ahora en este telar, lo cierto es que no parece que este diseño de sistemas, esta conexión inteligente entre percepción y acción, se deje definir.
Es por lo que echaré mano de Isaac Asimov, que para algo fue quien acuñó este término. Así que ya está.
Habemus definición: “La Robótica describe todas las tecnologías asociadas con los robots”.
Como es sabido, Asimov escribió muchos relatos, cuentos y novelas, sobre robots. El primero fue ‘Robbie’ (1940), seguido de ‘Razón’ (1940) y ‘Mentiroso’ (1941).
Estos robots actuaban siguiendo unas normas que marcaban su comportamiento, unas pautas que Asimov bautizó como ‘Las Tres Leyes de la Robótica’.
Y lo curioso es que lo hizo mucho antes de que el término robótica fuera de uso general. Un adelantado.
Con ellas pretendía prevenir el llamado “complejo de Frankenstein”.
Complejo de Frankenstein
Les supongo al tanto de ese supuesto temor, que el hombre puede desarrollar frente a unos seres creados por él.Y que, hipotéticamente, podrían rebelarse en contra de su creador. O sea nosotros.
Asimov pensó que era algo que bien podría ocurrirles a sus robots, por lo que decidió implantar en los circuitos de sus cerebros positrónicos (que no electrónicos), las tres leyes de la robótica.
Leyes que un robot no podría violar ya que, con intentarlo siquiera, su cerebro resultaría dañado de forma irreversible. El robot dejaría de funcionar.
Eran unas leyes inexorables que todo robot debería seguir por fuerza y a las que no podría oponerse. No me negarán que está bien pensado. De hecho muchos escritores le imitaron con el tiempo.
De la ficción a la realidad
Estas leyes surgieron como una medida de protección para los seres humanos. Y técnicamente, en primera instancia, no debe ser un problema irresoluble dotar a los robots con ellas.A fin de cuentas, son máquinas creadas por el hombre para su servicio.
Pero de ahí a pensar, como algunos pretenden, que en el caso de que se construyan en un futuro robots inteligentes, éstos deberían llevar implantado, como código de conducta, algo similar, si no idéntico, a las leyes de Asimov, dista un abismo.
No digo imposible, pero sí muy improbable.
En la próxima entrega les hablaré de las Leyes de la Robótica, que ya les adelanto que no son tres sino cuatro. Así que acabamos bien.
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