4.- “Hay un método que es muy simple. Se toma el barómetro y se comienza a subir las escaleras.
A medida que se va subiendo, se marca la longitud del barómetro a lo largo de la pared.
Luego se cuenta el número de marcas y esto dará la altura del edificio en unidades ‘barómetro’. Es un método muy directo”. (Es otro método directo de medida, como la respuesta del primer examen).
5.- “Pero si quiere un método más sofisticado ate el barómetro al final de una cuerda. Balancéelo como un péndulo a nivel del suelo de la calle y repita la operación en la parte superior del edificio, tomando en ambos casos el valor de su periodo.
A partir de esos valores, y dado que describe un movimiento oscilatorio, podrá calcular la intensidad de la gravedad en ambos lugares y de su diferencia podrá determinar la altura del edificio”. (Esta quinta respuesta del estudiante no está nada mal. Pero no quedó ahí).
6.- “Hay muchas otras formas de resolver el problema. La mejor, probablemente, es llamar a la portería y cuando le abra el portero, le hace la siguiente proposición: ‘Sr. portero tengo un barómetro excelente, que pasará a ser suyo si tiene la amabilidad de decirme la altura de este edificio”. (Bueno, esta es algo prosaica, y está recogida de Internet, 1999).
Llegados aquí, se le preguntó al estudiante si conocía la respuesta convencional a la pregunta. Reconoció que sí.
7.- “Que bastaba medir la presión barométrica en el techo del edificio y a ras de calle, y con la diferencia entre ambas sabría la altura del dichoso edificio”. Sólo que estaba harto de que profesores de instituto y de la facultad trataran de enseñarle como tenía que pensar y responder. Que él prefería ser estudiante en vez de alumno. Una buena matización.
Y hasta aquí todo lo que sé, en lo respecta al contenido de la leyenda que ya apareció en el Chicago Tribune, (1988).
Es en lo que atañe a los protagonistas, donde surgen las variantes. Cada versión tiene los suyos.
La más extendida sitúa la historia en un examen del grado de física en la Universidad de Copenhague siendo Sir Ernest Rutherford -presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908- el profesor mediador y quien la cuenta en primera persona. Y, Niels Bohr -físico danés Premio Nobel de Física en 1922- el estudiante. Vaya usted a saber. Pero para mí que no.
Hay otra versión que, desde mi punto de vista, tiene más credibilidad. Apareció originalmente en la revista Saturday Review de1968. Su autor Alexander Calandra.
Un profesor estadounidense de física que ya la había incluido como anécdota personal, en su libro de texto: ‘La enseñanza de la ciencia elemental de las matemáticas’ (1961).
Ésta me parece más creíble y acorde con la fama de leyenda urbana, mejor dicho académica, que arrastra el trillado barómetro.
En una próxima entrada le haré alguna que otra pregunta sobre las respuestas del estudiante. Hasta entonces.
A medida que se va subiendo, se marca la longitud del barómetro a lo largo de la pared.
Luego se cuenta el número de marcas y esto dará la altura del edificio en unidades ‘barómetro’. Es un método muy directo”. (Es otro método directo de medida, como la respuesta del primer examen).
5.- “Pero si quiere un método más sofisticado ate el barómetro al final de una cuerda. Balancéelo como un péndulo a nivel del suelo de la calle y repita la operación en la parte superior del edificio, tomando en ambos casos el valor de su periodo.
A partir de esos valores, y dado que describe un movimiento oscilatorio, podrá calcular la intensidad de la gravedad en ambos lugares y de su diferencia podrá determinar la altura del edificio”. (Esta quinta respuesta del estudiante no está nada mal. Pero no quedó ahí).
6.- “Hay muchas otras formas de resolver el problema. La mejor, probablemente, es llamar a la portería y cuando le abra el portero, le hace la siguiente proposición: ‘Sr. portero tengo un barómetro excelente, que pasará a ser suyo si tiene la amabilidad de decirme la altura de este edificio”. (Bueno, esta es algo prosaica, y está recogida de Internet, 1999).
Llegados aquí, se le preguntó al estudiante si conocía la respuesta convencional a la pregunta. Reconoció que sí.
7.- “Que bastaba medir la presión barométrica en el techo del edificio y a ras de calle, y con la diferencia entre ambas sabría la altura del dichoso edificio”. Sólo que estaba harto de que profesores de instituto y de la facultad trataran de enseñarle como tenía que pensar y responder. Que él prefería ser estudiante en vez de alumno. Una buena matización.
Y hasta aquí todo lo que sé, en lo respecta al contenido de la leyenda que ya apareció en el Chicago Tribune, (1988).
Es en lo que atañe a los protagonistas, donde surgen las variantes. Cada versión tiene los suyos.
La más extendida sitúa la historia en un examen del grado de física en la Universidad de Copenhague siendo Sir Ernest Rutherford -presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908- el profesor mediador y quien la cuenta en primera persona. Y, Niels Bohr -físico danés Premio Nobel de Física en 1922- el estudiante. Vaya usted a saber. Pero para mí que no.
Hay otra versión que, desde mi punto de vista, tiene más credibilidad. Apareció originalmente en la revista Saturday Review de1968. Su autor Alexander Calandra.
Un profesor estadounidense de física que ya la había incluido como anécdota personal, en su libro de texto: ‘La enseñanza de la ciencia elemental de las matemáticas’ (1961).
Ésta me parece más creíble y acorde con la fama de leyenda urbana, mejor dicho académica, que arrastra el trillado barómetro.
En una próxima entrada le haré alguna que otra pregunta sobre las respuestas del estudiante. Hasta entonces.
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