jueves, 27 de marzo de 2008

Mujer y Ciencia (y II)

(Continuación). En 1967, Susan J. Bell, ayudante en aquel entonces del radioastrónomo A. Hewish descubrió unos nuevos pulsos procedentes del espacio. Se sucedían a intervalos de cuatro minutos a un tercio de minuto, por lo que no podían ser quasars. Se trataba de los púlsares. Su descubrimiento le valió a Hewish el Premio Nobel en 1974. A él sólo.

El niño reconoce a su madre...

... Por la sonrisa, nos dice el gran Virgilio. En la actualidad, las carreras científicas, cuando se desarrollan a un alto nivel, son muy difíciles de conciliar con la vida familiar y, sobre todo, con la maternidad. Son muchas las investigadoras que se ven en esta disyuntiva maternal, aunque no son pocas las que optan por compatibilizarlas. Una loable decisión que las hace adentrarse en un camino que suele conducirlas a una nueva encrucijada emocional. Al no poderles dedicar todo el tiempo que desearían a sus hijos, desarrollan un complejo de culpabilidad como madres. Les parece que no están haciendo lo adecuado. Curiosamente es un sentimiento que no parecen sentir los científicos al ser padres. Una circunstancia biológica; o será que no sonríen.

Donde hay educación

De manera muy sutil, la sociedad transmite a las niñas una idea muy curiosa. La de que las ciencias, no son para ellas ¿Y por qué es así? Se preguntará. Pues, por eso. Porque son niñas. La introducción a esta educación sexista se inicia en los propios libros de texto, con una más que escasa presencia de científicas en ellos. Frente a multitud de hombres, Newton, Cauchy, Lavoisier, Mendel, etc, apenas se asoman M. Curie, R. Franklin y alguna otra más. Si es que hay suerte. Una invisibilidad femenina que se traduce en el hecho de que las alumnas carezcan de modelos y referentes genéricos. Por lo que no es de extrañar su alejamiento de las ciencias y, por ende, de las carreras universitarias científico-técnicas. Y no es esto lo peor.

A esta carencia de modelos se une la visión sesgada que se transmite de la ciencia, tanto en los textos como por el propio profesorado. Una concepción que le confiere atribuciones concretas: racionalidad, objetividad, frialdad, seguridad, autocontrol. Unas características, como bien sabemos, tradicionalmente asociadas a la manera de ser y hacer masculinas. Muy alejadas de la intuición, subjetividad, dependencia, emotividad, tan ligadas, desde siempre, al ser y hacer femenino. Este pretendido distanciamiento entre la ciencia y el ser y saber hacer femeninos, es un motivo más, académico en este caso, que aleja a las chicas del conocimiento científico.

El feminismo en la Ciencia

Un alejamiento que lleva a privar a la ciencia del potencial intelectual ¡de la mitad de la población! Una injusticia para la mujer y una pérdida para la ciencia. Un hecho sencillamente aberrante. De una mitad que, además, es diferente en algunos aspectos. Seguro que la visión de la ciencia que tienen las mujeres es distinta y complementaria a la del hombre. Y esto es bueno. Nunca la ciencia ha progresado analizando desde un único punto de vista, empleando una sola herramienta, con las ideas de una única persona, o interpretando de una única forma. Jamás. Por eso la historia de la ciencia está escrita con nombres de mujer. Por eso es ciencia.


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