sábado, 8 de febrero de 2014

HOTEL FLEMING de SEVILLA (y 2)


(Continuación) La diferencia está en que Fleming se fijó en lo que casi nadie hubiera hecho. Los estafilococos que estaban en contacto con aquel hongo habían sido aniquilados. Justo sólo ellos.

Y se puso a cavilar sobre el porqué, con el resultado que ya sabe. A su asesino lo llamó penicilina. Y desde entonces no ha parado de salvar vidas humanas.

“Nos tomamos la espuela”
Antes de acabar, debo rectificar mi afirmación inicial sobre lo de último reconocimiento. Resulta que ha llegado a mi conocimiento que el doctor tuvo un reconocimiento sevillano, posterior al del establecimiento hotelero.

Éste también privado. Bastante privado, habría que decir, dada su naturaleza. Mejor, reservado, diría yo. Ahora verán por qué.

En cualquier caso, con esta entrada, sí que “nos tomamos la espuela”, que por si no lo saben es una expresión cordobesa con la que se hace referencia a la última copa que se va uno tomar, antes de retirarse.

Parece ser que tiene su origen en los siglos XVII y XVIII, cuando la gente que montaba a caballo, al entrar en las posadas y tabernas se despojaba de las espuelas de acero, dado que sus puntas afiladas arañaban y destrozaban el mobiliario de madera.

Unos caballeros que al marcharse, solían tomar la última copa mientras se las volvían a colocar. De ahí que a la última copa que ingerían poniéndose dicho artefacto se le llamara, con el tiempo, “tomar la espuela”.

Una forma de decir acabamos por hoy, y lo dejamos aquí.

Que es lo que pretendo hacer con este nexo entre Fleming y Sevilla. Acabando en un hotel del que no les he dicho, aún, dónde estaba.

Ubicado en la sevillana Puerta Carmona, se le podía ver desde el comienzo del callejón en cuyo fondo estaba, la calle Sierra Nevada perpendicular a Recaredo.

Han de saber que el edificio sigue existiendo como tal, como hotel, si bien su nombre ha cambiado y es otro, por cierto, muy ligado a Sevilla.

Aunque les he dicho que acababa el nexo Fleming-Sevilla, antes de hacerlo, no me resisto a contarle una leyenda urbana sobre Fleming.

Una de esas historias bonistas, que suelen gustar en según qué sitios, por lo que de ejemplarizantes resultan.

Me refiero al mito que une a nuestro hombre con Wiston Churchill. Un científico y un político.



1 comentario :

Anónimo dijo...

¿A qué mito se refiere? Le agradecería que lo "enrocara".
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