lunes, 16 de septiembre de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Vejez (y IV)


Poco después de las 1:15, Albert Einstein respiró profundamente dos veces y murió. Nunca conoceremos sus últimas palabras.

La noticia se supo a las ocho de la mañana y produjo una gran consternación en todo el mundo. Por deseo expreso fue incinerado con sencillez y en la intimidad. Se mantiene en secreto el lugar donde están sus cenizas.

Sus contribuciones a la ciencia fueron tan extraordinarias que, después de su muerte, el cerebro le fue extraído y examinado. Se dudaba de que, incluso, físicamente fuera relativamente normal.

Un periódico dio la noticia de manera magistral con un dibujo necrológico del cosmos, en el que mostraba a la Tierra dando vueltas entre los otros planetas, con una enorme placa que decía “Albert Einstein vivió aquí”.

La pizarra
En su despacho privado del I.E.A. de la U. de Princeton, quedó la pizarra escrita con fórmulas. La leyenda dice que bien pudieran ser las ecuaciones de su inacabada teoría de unificación de campos. No obstante, no lo son.

En la foto, sacada días después de su muerte, parece que de un momento a otro, va a aparecer la figura del genio con el peculiar aspecto del final de su vida: imagen bohemia y desaliñada, suéter mal ajustado y peor planchado y melena blanca y alborotada.

Portada del Time
En diciembre de 1999, la revista estadounidense ‘Time’ designaba a Albert Einstein “Personaje del Siglo XX”.

Sin duda, fue una buena elección. No sólo por lo mucho que Einstein contribuyó a la ciencia, creando teorías como las especial y general de la relatividad, sino también por cómo su biografía se ajusta, a lo que sucedió durante la primera mitad del siglo XX.

En lo público. Judío, progresista y con tendencias socialistas. Einstein se convirtió en un icono del siglo XX, pues vivió las dos guerras mundiales con gran protagonismo.

En lo privado. Aunaba a sus peculiares rasgos físicos, su claridad y agudeza intelectual. Y a su sencillez en el trato, su poco sometimiento a las convenciones de guardarropa (dejó de ponerse calcetines, cortarse el cabello, etcétera).

Con razón la revista lo declaró el hombre más destacado del siglo XX. Un título para el que competía con personajes como Gandhi o Roosevelt, nada menos.

El cerebro de Einstein
Unos meses antes de su muerte Einstein manifestó su deseo de donar su cuerpo a la ciencia médica. Al morir, en la autopsia, el médico T. Harvey le extrajo el cerebro. Lo conservó en formaldehído y lo cortó en unos 240 trozos que introdujo en celoidina.

En 1985 fue estudiado por primera vez por la U. de Berkeley y, en 1999, la revista científica ‘The Lancet’ publicó el primer estudio anatómico. El cerebro de Einstein es de un peso (1230 g) ligeramente inferior a la media.

No es extraño pues, ningún dato experimental hace pensar que exista una relación entre la inteligencia y la masa del cerebro.

Sin embargo, sí se encontró que sus lóbulos parietales -importantes en el razonamiento espacial y matemático- eran más grandes y simétricos que los de otros cerebros de edad parecida.

Se encontró también que tenía más células gliales por neurona, lo que implicaría una conexión nerviosa más eficaz.

¿Dónde radicó la esencia del genio de Einstein?

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