Lo cierto es que no son pocas las mejoras que nos aporta el uso de este gas en los neumáticos de nuestros vehículos.
Las hay de todo tipo: económico, de seguridad, ecológico, etcétera. Veamos.
1. Mantiene por más tiempo la presión de inflado. Lo que ya de entrada significa que no será necesario acudir, de forma tan continua, al taller para su llenado. Pero no sólo tiempo ahorraremos.
2.- Aumenta la vida útil de los neumáticos. Hasta un 25% más, aseguran. Como es sabido, un correcto inflado de éstos hace que se desgasten menos. Una ventaja económica.
Que trae consigo una nueva mejora, ésta de orden ecológico, ya que hace que el vehículo reduzca las emisiones contaminantes al medio, por ejemplo de dióxido de carbono, CO2 (g).
3.- También reduce el consumo de combustible. Que por lo general aumenta con una baja presión de los neumáticos. Según algunos datos, se puede aumentar hasta en un 3,3 % el kilometraje realizado.
4.- Evita que se oxiden la goma del neumático y el metal de las llantas, así como que se degrade la alineación. Esto es debido a la ausencia de oxígeno O2 (g) y de vapor de agua H2O (g) en el gas de llenado. Se dice que el nitrógeno es un gas seco.
5.- Mejora la hermeticidad del neumático, evitando la pronta perdida de presión. Lo que supondrá que disminuya la posibilidad de que se produzca un reventón.
O que, en caso de un simple pinchazo, y debido al más lento escape del gas nitrógeno, podamos llegar más lejos para cambiar o arreglar el neumático.
6.- Reduce la variación de presión que por calentamiento se produce durante el rodamiento.
Bien, dicho así, no está mal esto del nitrógeno. Pero, claro, algún inconveniente tendrá.
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