miércoles, 11 de febrero de 2015

Churchill y la ciencia


Desde que quedara atrapado por la lectura de La Máquina del Tiempo de H.G. Wells (1866-1946), W. Churchill no solo fue un voraz lector de ciencia ficción, igualmente desarrolló un marcado interés por la ciencia.

Un interés que mantuvo durante los años que estuvo en el poder, los de la Segunda Guerra Mundial (SGM) y una parte de la posterior Guerra Fría.

La afición científica es otra faceta poco desconocida del estadista que, desde muy pequeño, y como hemos podido ver, tuvo claro que la ciencia era un arma más a emplear, si se quería ganar la guerra.

Cualquier guerra. La pasada frente a las vacas de palacio, la presente y, sobre todo, la futura.

Sirva de adelanto en este sentido, el saber que llegó a impulsar, de forma personal, el desarrollo del tanque como arma, en los comienzos de la Primera Guerra Mundial (PGM).

De hecho, durante la SGM, a una serie de tanques británicos, de grueso blindaje y gran chasis alargado, se le bautizó tanques Churchill Mk IV, en honor y como reconocimiento a su papel en el desarrollo de esta arma de guerra.

Pero para poder comprender la importante vinculación que tuvo nuestro personaje con las ciencias, no se puede obviar el papel que en todo este binomio Churchill-Ciencia, jugó el físico inglés Frederick Lindemann (1886-1957).

1ª Conferencia Solvay
De la importancia de Lindemann en el mundo de la ciencia da buena prueba el hecho que fuera él, uno de los veintitrés (23) científicos de todo el mundo, que fueron invitados a la 1ª Conferencia Solvay, que tuvo lugar en Bruselas en 1911.

Una invitación al alcance de muy pocos. Un club muy, muy, exclusivo el Solvay. Ya hemos hablado de ellas en EnroquedeCiencia.

Tan solo recordar que desde sus comienzos los Congresos Solvay han reunido a los más grandes científicos de la época, posibilitando avances importantes en diferentes campos de la Física y la Química.

A lo largo de los años se han ido dedicando a distintos apartados, y el seguimiento de sus temáticas centrales resulta ser una magnífica guía de la evolución del saber científico en estas disciplinas.

En el de 1911, dedicado a la ‘La radiación y los cuantos’, estuvo un ya genial Albert Einstein (1879-1955) que, con treinta y dos (32) años, fue el segundo más joven de todos los presentes. El asistente que le ganó y de largo, fue Lindemann con tan solo veinticinco (25) años.

Churchill y Lindemann
Bueno, pues en este joven profesor de Física Experimental de Oxford se fijó Churchill, para nombrarlo asesor científico de su gabinete.

Era la primera vez en la historia del gobierno inglés (1940), que se creaba esta singular figura política. Un científico formando parte de un gobierno.

Lindemann, un hombre al que el Primer Ministro se refería con el apodo de “El Profe”, dicho eso sí con todo el respeto. Y durante años, él fue la comunicación directa entre la política y la ciencia, ya juntas desde entonces.

Pero sin duda una extraña pareja, y no me refiero solo por los diferentes campos a los que se dedicaban. También en lo personal, componían una extraña pareja.

Por su parte, el político, era hombre que no rechazaba una copita de champán, ya en el desayuno, o sea. Ni una buena vianda que llevarse a la boca, casi a cualquier hora, o sea.

Y por la suya, el científico, siempre fue abstemio y vegetariano. Sin embargo ya ve, llegaron a ser muy buenos amigos. O sea que. (Continuará)




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