jueves, 12 de febrero de 2015

Ciencia, Churchill y Lindemann


(Continuación) Una amistad que se tradujo en, quizás, un cierto proteccionismo de Churchill sobre Lindemann. Una actitud que, es lógico por otra parte, le granjeó la enemistad y crítica de buena parte de la comunidad científica. Al fin y al cabo somos humanos.

Pero lo mollar del asunto es que, revisando la documentación, no fue moco de pavo el equipo de científicos que lograron “reclutar” entre los dos. Puede que llegaran a ser más de setecientos (700), los que contribuyeron al esfuerzo bélico británico en la SGM.

Y de ellos siete (7) eran o fueron Premios Nobel en distintas disciplinas. Como dijo el torero ubriqueño de forma sabia y en dos palabras: "Im presionante".

Logros científico-técnicos
Fruto de este ingenio colectivo ante las teóricas pizarras, y de su saber hacer en las empíricas mesas de laboratorios, surgieron entre otros: el radar, cuyos modelos iniciales fueron la primera línea de defensa de los ingleses en esta guerra; y las primeras bombas contra los terribles y devastadores submarinos nazis.

También los iniciales y fallidos intentos por fabricar la bomba nuclear. Habría que recordar aquí que en 1941, el Reino Unido renunció a su investigación en favor del Proyecto Manhattan, al que se sumaron veinticuatro (24) científicos británicos.

Con su marcha a los Estados Unidos, moría uno de los sueños científicos de Churchill.

Además, entre estos logros, están las máquinas para descodificar las claves alemanas, ideadas por Alan Turing y, la producción industrial (1941) junto a la aplicación masiva en la población civil y militar de la penicilina como antibiótico.

Sin olvidarnos de los pioneros estudios de nutrición, que realizaron un grupo de bioquímicos a efectos de saber cuál debía ser la composición cualitativa y cuantitativa de la dieta de las cartillas de racionamiento para la población.

Incluso se plantearon cuánto ejercicio físico tenían que hacer cada día los civiles británicos, para mantener elevado el ánimo y con él la moral.

Y así un extenso etcétera de logros que formaron parte de esta guerra particular que llamaremos de “las batas blancas”.

A propósito del preponderante papel del conocimiento, en este caso científico, en la historia del hombre, el político acuñó otra de sus frases redondas: “Los imperios del futuro serán los imperios de la mente”.

Turing y Churchill
Ya ha venido a estos predios, y con cierta profusión, la figura del matemático inglés Alan Turing (1912-1956), sus circunstancias personales y la invención de la máquina decodificadora inglesa, capaz de descifrar a la alemana, la famosa Enigma.

Un ingenio que resultó decisivo, para una más rápida solución del conflicto bélico a favor de los aliados. Les dio una ventaja sobre los nazis, que bien puede considerarse como determinante.

Un hecho éste, poco valorado quizás en la bibliografía bélica.

Un invento que llevó a buen término Turing y su equipo de Bletchley Park, una vez que recibieron el total apoyo del premier británico. Porque al principio las cosas no marchaban como se habían planteado.

A pesar de las promesas realizadas, faltaban medios de todo tipo de ahí que -frustrado por la falta de personal, dinero y confianza en su trabajo-, el 21 de octubre de 1941 el matemático escribiera personalmente a W. S. Churchill en estos términos:

“Querido Primer Ministro, quiero llamarle su atención sobre una serie de hechos que están obstaculizando nuestro trabajo y que no nos permitirán descifrar los códigos de la máquina Enigma, a menos que se tome algún tipo de acción...”. (Continuará)



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