miércoles, 9 de febrero de 2011

La mecánica del estornudo

De todos es sabido que la gripe, como el resfriado común o catarro, es una enfermedad infecciosa que afecta a las vías respiratorias.

Y que en los seres humanos se suele contagiar fundamentalmente con los estornudos.
Ya saben, esos actos reflejos convulsivos con los que expulsamos el aire de los pulmones a través de nariz y boca, y que lo suelen originar partículas extrañas que provocan la irritación de la mucosa nasal. 
De modo que el estornudo viene a ser como un mecanismo natural de defensa del aparato respiratorio.
Pero no les voy a hablar de estos aspectos médicos que seguro estoy, conocen mejor que yo. A mí, lo que me ha atraído del tema del estornudo es saber la velocidad a la que sale el aire expulsado de nuestro cuerpo.
Nada menos que a 65 km/h, lo que no es moco de pavo. Y perdonen por la imagen ilustrativa. Pero es que sale más rápido que el más rápido de los hombres. Ni Aquiles podría alcanzar a un estornudo de usted.
El estornudo como viento
Ya que un estornudo pone el aire en movimiento, me he ido a la Escala de Beaufort, que es la que se emplea para medir, de forma empírica, la intensidad del viento en nuestro planeta.
Y resulta que coincide con el valor 8 (de una graduación entre 1 y 12) y con la denominación de Temporal (Viento fuerte).
En el mar provoca grandes olas rompientes y franjas de espuma. Y en tierra puede quebrar las copas y ramas pequeñas de los árboles, y dificultar la circulación de las personas.
Así que no está nada mal para ser un simple estornudo.
Con semejante velocidad las infinitas gotas, constituidas por una mezcla de residuos mucosos, pueden llegar muy lejos, si bien en su desplazamiento sufren alguna que otra transformación.
Operación secado
La más evidente es el proceso de secado que experimentan en su desplazamiento por el rozamiento con el aire

Lo que hace que, en apenas medio metro de recorrido, se hayan convertido en pequeños proyectiles, con su indeseada carga contagiosa.
Miles de partículas microscópicas, con su correspondiente carga de virus, que se mantendrán en suspensión en el aire durante bastantes minutos. Peligro.
Por lo que más le valdrá evitarlas, cuando vea a alguien dispuesto a estornudar cerca de usted. Aunque no crea que le resultará fácil. No bastará con que se aparte de la dirección del estornudo.
Como parece lógico, el estornudando se habrá puesto delante de su boca y nariz un pañuelo, para así evitar en lo posible su propagación. Lo que supone un plus añadido de peligrosidad.
Ya que provocará que, parte de esas gotitas, salgan disparadas por los laterales, de modo que la habitación quedará inundada de diminutos perdigones cargados de gérmenes, que se desplazarán lentamente por el aire en otras muchas direcciones.
Lo que supone multiplicar las ocasiones de contagio. Precaución.
Maniobra de evasión
Sólo hay, entonces, una forma de evitarlo. Salir escopetados de esa habitación y esperar, al menos, dos horas antes de volver a entrar.
Se lo aseguro. No hay otra forma de estar seguros de que los virulentos dardos, ya hayan caído al suelo por efecto de la fuerza de la gravedad, donde ya resultan inofensivos. 

Así que caución. A correr. Y a esperar.
Sin embargo, resulta evidente que nunca hacemos esto. Y no siempre que nos quedamos nos contagiamos ¿Cuál es la razón?
Pues, paradójicamente, la misma que hace que nos contagiemos. El hecho de vivir unos juntos a otros, y estar continuamente expuestos por tanto a su conocida consecuencia: el estornudo. 

De modo que un estornudo es la causa de que nos contagiemos pero también de que no lo hagamos.  
Gracias a él, y a las defensas que hemos desarrollado en nuestro organismo, impedimos que el ataque de virus y otros microbios provenientes de las gargantas y narices de nuestros vecinos, continúen su avance más allá de nuestras mucosas.
Claro que si nuestro defensivo estornudo no lo impide, las partículas víricas llegarán a la garganta y con su llegada, en menos que canta un gallo, ya tenemos un griposo más.
Y conque esta jugada se repita varias veces y los contagiados sean algo viajeros, antes que nos demos cuenta la gripe se habrá propagado a unos centenares o miles de kilómetros.
Efecto mariposa
Vendría a ser algo así como un “yo estornudo aquí y tú te resfrías en Barcelona”. Una especie de efecto mariposa. Ya saben. Lo de "el aleteo de las alas de una mariposa en un lugar del planeta puede provocar un tsunami al otro lado del mundo".
Una expresión acuñada a partir del resultado obtenido por el meteorólogo y matemático Edward Lorenz, al intentar hacer una predicción del clima atmosférico.

Un concepto dentro del marco de la Teoría de Caos. Uno de los tres pilares de la Física Moderna.

2 comentarios :

Jacinto Bernal dijo...

nunca había visto desde este punto de vista este tema.
Felicidades

Anónimo dijo...

Muy curioso. Un día llegué a esturnudar con tanta fuerza que hasta hice caer un vaso de plático lleno de agua. =)
Gracias.