sábado, 21 de noviembre de 2009

La leyenda de la medalla del Premio Nobel

Desde hace años, se cuenta en los corrillos científicos un curioso sucedido que relaciona al físico danés Niels Bohr, con el Premio Nobel y la medalla de oro que le acompaña.

Un sucedido que tiene una parte comprobada y cierta. Y otra por comprobar, por tanto dudosa. O sea, historia y leyenda juntas.

La historia, lo comprobado, arranca en 1943. Cuando trabajando en Copenhague, Bohr tuvo que salir de Dinamarca al ser ésta ocupada por los alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial.


Un exilio que le llevó a Suecia, a cuyas costas arribó, de forma precaria, a bordo de una barca de pesca, junto con su familia. Cosas de la guerra.

Pero la leyenda, la otra, la por comprobar, al parecer había empezado unos días antes. En su laboratorio. Y no todos se ponen de acuerdo en qué fue lo que ocurrió y cómo.

Primera hipótesis
Según unos, Bohr, antes de marchar había disuelto en agua regia (mezcla química constituida por una parte de ácido nítrico y tres de ácido clorhídrico) la medalla de oro del Premio Nobel de Física que, en 1922, había recibido "Por sus estudios de la estructura del átomo, y de las radiaciones que emanan de ellos".

Por supuesto no tenía ningún interés en que el oro cayera en manos de los nazis.

Por eso la disolvió en esa solución altamente corrosiva y fumante de color amarillo.
Uno de los pocos reactivos conocidos capaz de atacar, con éxito, a metales nobles como oro y platino.

Cuentan que en su cuaderno de laboratorio había anotado: “el oro es muy poco reactivo y muy difícil de disolver”. O sea que se informó.

Una vez efectuada la reacción entre el agua regia y la medalla de oro, vertió la disolución en un frasco oscuro y lo escondió en un discreto anaquel de su laboratorio de Copenhague.

Pasado el tiempo, y acabada la guerra, Bohr volvió a su viejo laboratorio. Buscó el frasco, precipitó el oro disuelto, lo mandó al Instituto Nobel en Estocolmo y con él le volvieron a fabricar una nueva medalla que le enviaron.

Y hasta aquí la leyenda del precavido e ingenioso Bohr. Lo malo es que, como cualquier leyenda que se precie, tiene pocos visos de credibilidad. Veamos.

Está constatado que, para esa fecha, su medalla ya la había donado al fondo finlandés en compensación por daños de guerra. Un detalle que le honra.

Pero que invalida la primera de las hipótesis medalleras que les he contado, aunque posibilita una segunda.

Segunda hipótesis
Tiene que ver con un compañero y amigo de Bohr, el físico alemán Max Von Laue, Premio Nobel de Física en 1914, "Por su descubrimiento de la difracción de rayos X en cristales".

Laue había destacado por sus implacables alegatos contra los nazis, motivo por el que tuvo que poner pies en polvorosa de Alemania.

Pero antes mandó su medalla a Bohr, para que se la conservara hasta que llegaran tiempos mejores. Como sabemos, a éste, las cosas no le fueron mejor en Dinamarca.

Así que esta segunda hipótesis sólo se diferencia de la primera en el dueño de la medalla. La razón es la misma: impedir que cayera en manos nazis.

Hay incluso una versión de ésta hipótesis. En ella las medallas disueltas no fueron una sino dos.

La del citado Laue y la del físico, también alemán y laureado, James Franck, con el Premio Nobel de Física en 1925, "Por el descubrimiento de la leyes que determinan el comportamiento del impacto de un electrón sobre el átomo" y compartido con Gustav Ludwig Hertz.

Así que, como pueden ver, no está la cosa clara.

Tercera hipótesis
Y como no hay dos sin tres, no faltan quienes creen en una tercera. Piensan que en esta historia intervinieron las medallas de Von Laue y James Franck, pero en absoluto tuvo que ver Niels Bohr. Ni su medalla, ni él.

Según la misma, la persona a la que fueron enviadas las medallas para su guarda y custodia fue el químico-físico sueco George de Hevesy, también galardonado con el Premio Nobel de Química en 1943.

Por lo demás, el resto es idéntico al de las anteriores versiones. Sólo se diferencian en el señor que las disolvió. Y esto es todo.

Conclusión
Si quieren que les diga la verdad, tengo para mí que de quedarme con una, me quedaría con ésta. Aunque lo cierto es que no tiene gran importancia.

La que sí la tiene es una cita de Niels Bohr. Tiene que ver con la verdad:

"Hay dos clases de verdades. Las triviales, donde lo opuesto es obviamente absurdo. Y las profundas, donde lo contrario es también una verdad profunda".

Qué gran verdad.



1 comentario :

Albert dijo...

La cierta es la última, aquí lo explica George de Hevesy de su puño y letra:
http://www.archive.org/stream/adventuresinradi01heve#page/27/mode/1up