lunes, 4 de mayo de 2009

De los móviles y sus peligros ciertos

Finalizaba la entrada del pasado martes con el compromiso implícito de hablarles de los peligros ciertos que tiene el uso de la telefonía móvil.

Porque tenerlos los tiene, les advertía. Si bien uno de ellos no es, precisamente, el del cáncer.

Sin ánimo de ser exhaustivo, ni intención de ser excluyente, los peligros referidos son:

Uno ¿Tomamos los padres las suficientes precauciones para controlar el uso que nuestros hijos hacen de estos aparatos? ¿Sabemos para qué lo utilizan? ¿Cuánto hablan por ellos? ¿Con quién hablan? Éste sí que es un peligro cierto.

Dos ¿Somos los adultos conscientes del peligro que supone hablar por el móvil, mientras se conduce? Un peligro además preocupante, porque afecta no sólo al conductor imprudente que lo provoca, sino a quién, por desgracia, coincide en la calzada con él. Otro peligro.

Tres ¿Qué me dice de ese otro, también cierto como los anteriores y asociado al mal uso del móvil que, por desgracia, no afecta al cretino que lo maneja, pero sí a los que involuntariamente nos encontramos cerca de él?

Me refiero a esos botarates que, después de sobresaltarnos con un pitido estúpido o un soniquete hortera, nos destrozan los oídos desgañitándose en conversaciones banales.

Cuando no es para avisar por dónde va camino de casa, es para preguntar lo que hay de comer, o para interesarse por lo que está haciendo.

Vamos, un auténtico despropósito. Por cierto, ¿sabe dónde se puede reclamar sobre este peligro?

Cuatro. Por último, y hablando de precaución, ¿la tuvieron las comunidades de propietarios que mordieron el anzuelo económico de las operadoras?

Porque son varios los aspectos a considerar. Veamos. Si cuando firmaron ya tenían presente esos posibles efectos perjudiciales en su salud, ¿por qué lo hicieron?

Por otro lado. En las características del contrato firmado ¿quedaba abierta la posibilidad de ampliar el equipo instalado?, ¿y la de prorrogar su duración?

Por no hablar del sobrepeso al que se somete la estructura de la vivienda con el equipo instalado, y que debería ser evaluado por un técnico independiente ¿Se hizo así?

Pseudociencia y política
Lo que les decía. De los móviles y sus peligros. De las virtudes públicas y los vicios privados. Y sobre todos ellos la ignorancia. Madre de todos los males y gestora de más de un disparate como el que perpetraba hace unas fechas el izquierdista unido Javier Madrazo.

Resulta que en una entrevista publicada en El Correo manifestó lo siguiente, acerca de las antenas de telefonía y los organismos genéticamente modificados, supuestamente por ellas: "…Tenemos que ser vigilantes. En cuanto a las antenas, hay estudios que muestran su impacto en el incremento de determinadas enfermedades en sectores expuestos".

Y, cuando el entrevistador le comentó que "esos estudios no existen en ningún lado", él replicó: "No. Sí. Hay estudios, grupos y personas que hablan sobre este asunto con conocimiento de causa".

Ya les advertí. Qué osada es la ignorancia y más en un político.

La historia de la histeria
Les decía que la ignorancia es osada y más en un político, porque cuando el periodista le preguntó al político a qué personas se refería, de qué grupos hablaba y cuáles eran esos estudios que avalaban los supuestos peligros, Madrazo reconoció no tener ni idea de lo que había dicho.

Que en algún sitio lo habría oído, pero que no había leído nada al respecto. Ni había investigado en absoluto. O sea, lo que les dije. Que la ignorancia es muy osada.

Lo cierto es que, aunque lo hubiera investigado, le hubiera sido imposible encontrar nada. Imposible mostrar a nadie, ni una sola prueba de lo que dijo porque, sencillamente, no existen.

Y es que esta película ya la hemos visto. Pasó con los hornos de microondas, sucedió después con las líneas de alta tensión, todavía ocurre con los móviles y las antenas de telefonía y, hace un par de años, empezó a darse con las conexiones Wi-Fi.

Es más de lo mismo A los que ya tenemos unos años, nos parece que la historia se repite desde hace treinta.

La misma histeria injustificada provocada, a veces, por los periodistas a la caza de la noticia.

O por gente como aquéllos que, en los primeros tiempos del ferrocarril, advirtieron de que el humo de las máquinas a vapor iba a matar a los pájaros.

Que las chispas de sus ruedas iban a causar incendios. Y que los pasajeros, iban a morir asfixiados por la velocidad, ¡¡36 km/h!!

En fin. Es la historia misma del hombre. (Continuará)

1 comentario :

Anónimo dijo...

¿Qué quieres decir con eso?