jueves, 2 de octubre de 2008

¿Es verdad que Rafael Nadal tiene un asteroide?


Sí. Bueno, no. Lo correcto es decir que hay un asteroide al que se le ha puesto de nombre Rafael Nadal. Eso sí es cierto y no se trata de ningún error.

La estrella española del mundo tenístico surca también, desde este verano, el sistema solar y lo hace con nombre propio. Hay un asteroide allá arriba que se llama igual que él. Así como lo lee. Pero vayamos con orden que principio piden las cosas.

Esta historia comenzó hace cinco años. Exactamente el 28 de mayo de 2003 cuando el Observatorio Astronómico de Mallorca (OAM) descubrió un nuevo asteroide. Mide unos cuatro kilómetros (4 km) y se desplaza por el Cinturón de asteroides a unos veinte kilómetros por segundo (20 km/s), y lo hace más cerca del planeta Marte que de Júpiter.

Nada de especial si tenemos en cuenta que, hasta el momento, se han identificado más de ciento sesenta mil (160 000) asteroides, con tamaños que van desde los diez metros (10 m) hasta los quinientos kilómetros (500 km). Uno más pues. Como a todos se le puso un nombre provisional, el suyo 2003 KM18. Y ya está.

Era uno más hasta que su historia tomó un rumbo inesperado. Empezó este verano cuando, el mismo OAM proponía a la Unión Astronómica Internacional (IAU) nominar dicho asteroide con el nombre del tenista manacorí.

Así quedaría todo en casa, debieron pensar los científicos. Y no debió estar mal pensado porque la IAU apenas tardó es aceptar la propuesta.

Desde entonces y para siempre el 2003km18 se llama asteroide Rafael Nadal 128036. Lo que es magnífico.

Con él se pretende rendir homenaje “a uno de los mejores tenistas de todos los tiempos”. Totalmente de acuerdo.

Nadie podrá poner en duda a partir de ahora que, con esta concesión, el tenista ha sido elevado al estrellato, en el sentido más literal de la expresión. Un regalo sin duda especial. Muy especial.

Probablemente uno de los más especiales que haya recibido. Pero seguro, seguro, que es el único espacial.

Pero no es éste el único caso en el que se unen dos mundos tan, en principio, diferentes.

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