sábado, 1 de agosto de 2015

¡No existe la “Luna azul”!

¿Que en qué quedamos? Pues en lo dicho.

Por lo general vemos a nuestro satélite de un color blanco, gris o blanco-grisáceo, como consecuencia de la luz que refleja del Sol y que nos llega tras haber atravesado nuestra atmósfera.

Y es este océano de aire en el que vivimos sumergidos, el causante real de los diferentes colores con los que la vemos: azul, roja, anaranjada, amarilla, gris, blanca, plateada, etcétera. Todo depende de las propiedades y composición química de la mezcla de gases atmosféricos.

Pero la Luna no es azul, aunque así la llamen y, en contadas ocasiones, la veamos.

¿Cuándo se ve azul?
En realidad la Luna se ha teñido de azul en muy raras ocasiones, y todas han sido por el efecto de la presencia en la atmósfera de partículas de polvo, ceniza o humo en suspensión, originadas en grandes erupciones volcánicas o en incendios forestales.

Estas partículas tienen la propiedad óptica de producir la dispersión de la luz roja, dejando pasar otros colores del espectro visible. De ahí que al atravesar la luz visible algunas nubes cargadas de ceniza y humo, viéramos a su través a la Luna de color azul.

Un buen ejemplo de "lunas azules" tuvo lugar en 1883, cuando entró en erupción el volcán indonesio Krakatoa. Fue de tal magnitud que durante noches y noches la gente vio al satélite de color azul, a través de las nubes saturadas de ceniza y humo.

Se estima que el tamaño de estas partículas debió ser del orden de una micra (1 µm) de diámetro, es decir, aproximadamente, el valor de la longitud de onda (λ) de la luz roja.

Lo que ópticamente implica que, si bien dispersaban de forma intensa las radiaciones de la luz roja, sin embargo, permitían el paso de la luz azul. Es decir que las nubes volcánicas del Krakatoa actuaron como un filtro. Es el mismo fenómeno que se pudo observar en otras ocasiones, durante los años 1980, 1983 y 1991.

Pero aun en estos casos extremos, nuestro satélite nunca fue de color azul. Como la agencia espacial NASA ha aclarado en más de una ocasión, la mayoría de las que llamamos "lunas azules" son en realidad de color gris pálido y blanco.

Tres cuartos de lo mismo se puede decir de los incendios forestales. Quizás uno de los más famosos fue el impresionante incendio de ciénagas, que tuvo lugar en septiembre de 1953, en Alberta, Canadá.

Por la composición química del material que ardió, las nubes de humo que se originaron contenían gotas aceitosas de una micra (1µm) de tamaño, lo que produjo la visión no solo de lunas azules por la noche, sino de soles de color lavanda durante el día. Y su virulencia fue tal que se pudieron ver desde América del Norte hasta Inglaterra.

Pero la Luna también se puede ver roja
Naturalmente no porque lo sea, sino por el mismo efecto óptico que hace que la veamos azul y que estudiamos en el bachiller. A la Luna la podemos ver roja, por las mismas razones que los atardeceres son muchas veces rojizos.

Como sabemos por ingeniería ambiental, la atmósfera contiene aerosoles, es decir coloides de partículas sólidas o líquidas suspendidas en un gas. Unos sistemas que miden menos de una micra (<1 µm) de diámetro, aproximadamente el valor de la longitud de onda (λ) de la luz azul.

Luego, a diferencia de la ceniza y el humo, el tamaño de los aerosoles lo que hace es dispersar la luz azul y dejar pasar la luz roja. Y como su presencia no es rara las “lunas rojas” son, incluso, más comunes que las "lunas azules".

Así que ya lo sabe. La próxima vez que haya dos lunas en el mismo mes y eleve la vista al cielo en su búsqueda, lo más, más, probable es que siga viendo la misma luna grisácea y blanca de siempre. Si acaso y con algo de suerte, de color rojo. Pero será muy raruno que la vea azul.

Recuerde que en la cultura popular se las conoce por esa expresión pero, en realidad, ésta sólo hace referencia a que se trata de la segunda luna llena que se produce en un mismo mes calendario, cuando lo normal es que sea sólo una.

Y esta circunstancia, meramente temporal, no ejerce ninguna influencia física-química sobre ella que la haga cambiar. No. Las propiedades cromáticas de la Luna no cambian por ello.

Es un bulo que adopte un color azul. Ya. Entonces, ¿por qué se las llama así?



1 comentario :

Gladwyn Burks dijo...

Sí existe el fenómeno donde se ve la luna de color "azul", es tonto negarlo, y la explicación la dio acá mismo y es simple, es por actividad volcánica, incendios o humo, no por actividad astronómica, como otros eventos lunares, lo que se debe decir es que "luna azul" no se refiere a que ese evento implica que la luna se torne de ese color, pero sí es posible y existe el fenómeno de una luna de tonalidad azul, y, de nuevo, es por actividad volcánica, no de este satélite.