viernes, 7 de noviembre de 2008

Un CSI para Beethoven: La sordera del maestro (I)

Es quizás la enfermedad más conocida del genio y, por supuesto, la más sorprendente ¿Desde cuándo era sordo Beethoven? ¿Cuál fue el origen de su sordera?

Si un músico carece de su sentido más importante, ¿puede componer? Y en caso afirmativo, ¿cómo es eso posible? Bueno, pues ya está expuesto el planteamiento.

Mas allá de la dramatización asociada a un personaje de la talla del músico, está demostrado que su sordera no fue total desde el principio.

Empezó en su juventud y tuvo un desarrollo bastante lento pero, eso sí, terminó siendo permanente y resultó dramática, tratándose de quien se trataba.

“Cuadernos de conversación”
A través de la correspondencia que Beethoven mantuvo con familiares y amigos, se puede afirmar que alrededor de 1796, cuando el músico tenía sólo 26 años, ya comenzó a oír los primeros y dolorosos zumbidos. La sordera apareció en 1798 y para 1801 ya había perdido el 60% de su posibilidad auditiva.

En 1814, el mundo de los sonidos casi había dejado de existir para el compositor y, sólo el uso de una “trompetilla” que amplificaba lo que la gente le decía, le mantenía unido al mundo.

Alrededor de 1818, Beethoven se encontraba ya, prácticamente, sordo. Tenía tan solo 48 años. Es cuando nacen sus conocidos “Cuadernos de conversación”.

Tal era ya la dificultad para comunicarse que, sólo por medio de la escritura podía saber lo que le decían. Por eso Beethoven tenía siempre a mano unos cuadernos en los que su interlocutor, le escribía lo que quería comunicarle o preguntarle.

Algunos de estos cuadernos se han conservado, por lo que sabemos lo que le decían, pero ignoramos las respuestas del compositor. Natural.

¿A qué se debió su sordera?
Dado que esa época no existían especialistas y que todo en este terreno estaba por descubrir, no parece probable que lleguemos a saberlo nunca con certeza.

El origen de la sordera del gran compositor alemán, es uno de los aspectos más polémicos y debatidos en la literatura médica. Pero a falta de pruebas (definitivas), bien nos pueden servir algunas evidencias (definitorias).

La primera es una opinión y procede del propio enfermo. Él parece tenerlo claro. En distintas cartas (1801) achaca su sordera a los numerosos tratamientos que recibió por sus problemas de estomago, lo que llama las dolencias de sus “entrañas”.

“…Debes saber que mi facultad más alta, mi oído, se ha visto grandemente deteriorada…”
“Se ha puesto mucho peor en los últimos tres años, creo que por el estado de mi estómago…”
“…La causa de esto debe ser la condición de mis ‘tripas’ que, como sabes, ha sido siempre terrible y ha estado poniéndose peor…”

“Con este tratamiento mi oído se puso peor y peor, y mis entrañas permanecieron en el mismo estado lamentable en que ya se encontraban”.

Las restantes opiniones son profesionales y proceden de distintos equipos médicos, que han investigado a lo largo de más de dos siglos. Apuntan en distintas direcciones sus soluciones, por lo que no hay nada definitivo. Todo un caso para CSI: Las Vegas. (Continuará).






1 comentario :

Anónimo dijo...

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