Por cierto, creo que no lo he comentado pero salió esta pregunta: Y si el niño ya usa gafas correctoras, ¿qué hacer?
En este caso apuntó que tiene a favor el hecho de estar acostumbrado a llevarlas, por lo que no tendrá problemas con las de sol. A cambio eso sí, tiene en contra la molestia que supone tener que alternar los dos pares de gafas, como les ocurre a muchos adultos.
Por supuesto, en su caso, para evitar esta molestia, también podemos elegirle un modelo con lentes fotocromáticas, de esas que se oscurecen progresivamente a media que la luz aumenta de intensidad. Así combinamos las funciones protectora y correctiva en un solo juego.
Y por último. Hecha la elección, el uso adecuado de las gafas es irrenunciable. Quiero decir que resulta un error ponérselas sólo en verano. Conviene llevarlas siempre, durante todo el año, y usarlas cuando haya exposición solar.
Los cristales oscuros, ¿protegen de los rayos ultravioletas?
No. Taxativamente, no. Por desgracia se trata de un error muy extendido. Es falso de toda falsedad que cuanto más oscuros sean unos cristales más nos protegerán. El factor cromático no está relacionado con el concepto de filtro solar. La propiedad del color del cristal, sólo afecta al rango de la luz visible del espectro electromagnético pero no filtra ninguna radiación.
Trato de decirles que el color sólo afecta a la luz visible, y lo hace disminuyendo su intensidad de modo que su deslumbramiento nos sea menos molesto. Y como a mayor oscuridad, menos intensidad de luz estos cristales son recomendables especialmente para la playa y la montaña.
Pero precaución. Los cristales, además de ser oscuros deben llevar filtro para la luz ultravioleta. Es un error pensar que su simple y visible oscurecimiento también actúa como filtro ultravioleta.
Precaución porque su desconocimiento viene acompañado de un “efecto perverso”.
¿En qué consiste ese “efecto perverso”?
Pues a que como con el cristal tintado reducimos la luminosidad que nos llega al ojo, nuestra pupila se relaja y, por tanto, dilata, eliminando con su aumento esa barrera de defensa que ponemos ante los rayos del sol cuando ésta se contrae. De esta forma, como el cristal es solo tintado y no filtra los rayos UV, no solo nos llegan, sino que nos dañan más ya que tenemos la pupila más abierta al estar relajada.
La falsa sensación de estar protegidos que nos transmite la disminución de luminosidad, lo que hace en realidad es potenciar los riegos. Permanecemos más tiempo expuestos al sol y con las pupilas abiertas. La consecuencia es que la radiación ultravioleta nos causa un daño mayor.
Y nosotros tan ignorantes y confiados de estar protegidos. Lo dicho, un efecto perverso. Es lo que tiene no saber.
Si las gafas que usamos son de mercadillo, no están homologadas o no tienen filtro para los rayos ultravioleta es mejor, fíjense lo que les digo, no ponérselas e ir a pleno sol. Así, al menos, las pupilas las llevaremos lo más cerradas posible.
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