Existe en la actualidad, en
Sevilla, un Instituto de Educación Secundaria llamado “IES San Isidoro”, allá
en la calle Amor de Dios, casi dando a la Alameda de Hércules, que empezó como “Instituto
General y Técnico San Isidoro”.
Lo hizo a partir del colegio
“San Diego” en el año 1845, a
consecuencia de una reforma educativa conocida como “Plan Pidal”.
Una fecha que lo convierte en el centro decano de
la capital hispalense y en el único que, durante noventa años,
hubo en toda la provincia de Sevilla.
El expediente académico más
antiguo que conserva en sus archivos data de 1849, está cosido a mano y lleva incorporado
un sello repujado. Una cuestión técnica ligada a los tiempos y propia de cada
época.
El siguiente en antigüedad es de
1850 y nos habla de la preocupación de un padre por su hijo Una cuestión
eterna.
De la perseverancia paternal porque
su hijo estudiara y aprendiera.
El caso es que desde siete años
antes, el padre presentaba, curso tras curso, la documentación para matricular
a su hijo. Una solicitud que era rechazada una y otra vez.
La razón, una enfermedad del
crio que lo imposibilitaba.
Hasta que, gracias a la
insistencia de su padre, dejó de hacerlo. Finalmente ingresó en 1850. Lo que un
padre no consiga para su hijo…
El bachiller Ochoa
En dicho instituto y entre los
expedientes de 1920 se encuentra el de un alumno con 14 años de edad,
matriculado no oficial en 5º de Bachiller, de nombre Severo Ochoa de Albornoz (1905-1993). Sí, nuestro insigne Premio Nobel
en Fisiología y Medicina.
Curiosamente no tiene
calificación, ni en junio ni en setiembre, en una asignatura llamada ¡Fisiología
e Higiene! Curioso porque es la más parecida en contenido curricular, a la
materia por la que le concedieron en Nobel. Ya ven.
Va ser verdad, que en casa del
herrero cucharón de palo.
Con posterioridad la familia
marchó a Málaga, donde Severo logró el título de bachiller en 1922.
Esta que les acabo de contar es
la primera vez, que el hilo de la vida de Don Severo, se cruza con el de la
ciudad de Sevilla. Un Ochoa adolescente y escolar. Todavía Severín.
Pero no será la única. Aunque la
siguiente que les quiero contar tuvo que esperar algunos años. En concreto sesenta
y tres (63) años. Ya en las postrimerías vitales del científico.
Y aunque les resulte extraño
anduvo por medio un matador de toros y un hotel. Ambos sevillanos. El primero
de San Bernardo, el segundo de la Puerta Jerez. (Continuará)
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