Si usted, querido lector, ha cumplido ya el medio siglo de edad, es probable que le suene el nombre y que reconozca a la actriz de la fotografía.
No, no se ha equivocado de blog. Esto es Enroque de Ciencia, sólo que hoy les voy a escribir sobre una mujer singular. Muy singular y ésta es su historia.
Nacida en Austria en 1914, Hedwig Eva Maria Kiesler era hija de un banquero y, desde muy joven, ya mostró cualidades de “ingeniera”.
Para que se haga una idea, con cuatro años desmontó el reloj de oro de su padre, con la única intención de montarlo de nuevo. Bueno, al menos lo intentó. Cosas de niñas.
El caso es que ya apuntaba una osada y talentosa precocidad. Una peculiaridad que se confirmaría con el tiempo. Para empezar, con tan solo 15 años, inició los estudios de ingeniería.
Una carrera algo insólita en aquella época para una mujer, y que no llegó a acabar. Tras tres años de estudios los abandonó por una repentina pasión: el cine.
Tanta pasión le puso que en 1932, con tan solo 19 años, protagonizó el primer desnudo de una mujer en una película comercial, Extasis. Ya les hablé de su precocidad.
No les digo la que se formó.
Tal fue el escándalo en toda Europa, que se tuvo que retirar del cine. Fue entonces cuando su padre le arregló un casamiento con un rico industrial, alemán pronazi para más señas.
Pero a Hedwing no le gustaron ni el hombre, ni sus ideas políticas.
Además, obsesionado con su belleza la mantenía, prácticamente, secuestrada.
Sólo podía salir con él o con alguien de su confianza. No. Tampoco le gustaba el esposo.
En una rocambolesca historia, digna de una película de aventuras, la joven escapó de su marido.
Huyó primero a París, luego a Londres y finalmente a los Estados Unidos. Allí, Edwing retomó su carrera de actriz con el nombre de Hedy Lamarr.
Un par de docenas de películas, que podríamos calificar de discretas, configuran su trayectoria artística.
Nada resaltable, salvo su extraordinaria belleza.
Sucesora de la rubia Jean Harlow, a mediados del siglo XX encarnó un nuevo canon de belleza.
La de la mujer morena, enigmática y elegante. En los años cuarenta era conocida como “la mujer más bella del mundo”.
Representaba la voluptuosidad, el exotismo y la sofisticación que cualquier mujer del mundo deseaba tener.
Aunque ella tenía las ideas claras al respecto. Al menos eso me hace pensar una de sus citas: “Cualquier chica puede ser glamorosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”.
Ya les dije que era muy lista.
Dos requisitos para ser una buena inventora. Una actividad que empleó para combatir a los nazis.
La Lamarr desarrolló un sistema de comunicación por radio, que no podía ser interceptado por el enemigo, ya que cambiaba de canal continuamente.
Un invento muy interesante y conveniente para los espías, ya que dificultaba su localización. (Continuará)
No, no se ha equivocado de blog. Esto es Enroque de Ciencia, sólo que hoy les voy a escribir sobre una mujer singular. Muy singular y ésta es su historia.
Nacida en Austria en 1914, Hedwig Eva Maria Kiesler era hija de un banquero y, desde muy joven, ya mostró cualidades de “ingeniera”.
Para que se haga una idea, con cuatro años desmontó el reloj de oro de su padre, con la única intención de montarlo de nuevo. Bueno, al menos lo intentó. Cosas de niñas.
El caso es que ya apuntaba una osada y talentosa precocidad. Una peculiaridad que se confirmaría con el tiempo. Para empezar, con tan solo 15 años, inició los estudios de ingeniería.
Una carrera algo insólita en aquella época para una mujer, y que no llegó a acabar. Tras tres años de estudios los abandonó por una repentina pasión: el cine.
Tanta pasión le puso que en 1932, con tan solo 19 años, protagonizó el primer desnudo de una mujer en una película comercial, Extasis. Ya les hablé de su precocidad.
No les digo la que se formó.
Tal fue el escándalo en toda Europa, que se tuvo que retirar del cine. Fue entonces cuando su padre le arregló un casamiento con un rico industrial, alemán pronazi para más señas.
Pero a Hedwing no le gustaron ni el hombre, ni sus ideas políticas.
Además, obsesionado con su belleza la mantenía, prácticamente, secuestrada.
Sólo podía salir con él o con alguien de su confianza. No. Tampoco le gustaba el esposo.
América, América
De ahí que este desafortunado enlace durara poco. No obstante fueron unos años, los del matrimonio, que ella no desaprovechó. En su “reclusión marital” reanudó los estudios de ingeniería. Pero la situación no podía durar.En una rocambolesca historia, digna de una película de aventuras, la joven escapó de su marido.
Huyó primero a París, luego a Londres y finalmente a los Estados Unidos. Allí, Edwing retomó su carrera de actriz con el nombre de Hedy Lamarr.
Un par de docenas de películas, que podríamos calificar de discretas, configuran su trayectoria artística.
Nada resaltable, salvo su extraordinaria belleza.
Sucesora de la rubia Jean Harlow, a mediados del siglo XX encarnó un nuevo canon de belleza.
La de la mujer morena, enigmática y elegante. En los años cuarenta era conocida como “la mujer más bella del mundo”.
Representaba la voluptuosidad, el exotismo y la sofisticación que cualquier mujer del mundo deseaba tener.
Aunque ella tenía las ideas claras al respecto. Al menos eso me hace pensar una de sus citas: “Cualquier chica puede ser glamorosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”.
Ya les dije que era muy lista.
Una actriz inventora
Pero Hedy tenía algo más que una gran belleza y talento artístico. No olvidemos sus conocimientos de ingeniería, adquiridos en la vieja Europa, y su inteligencia natural.Dos requisitos para ser una buena inventora. Una actividad que empleó para combatir a los nazis.
La Lamarr desarrolló un sistema de comunicación por radio, que no podía ser interceptado por el enemigo, ya que cambiaba de canal continuamente.
Un invento muy interesante y conveniente para los espías, ya que dificultaba su localización. (Continuará)
1 comentario :
Conviene que no deje de publicar entradas relacionadas con el papel de la mujer en la ciencia.
Muy interesnate el blog
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