jueves, 19 de febrero de 2015

Amor, amor, amor. Amor astronómico


Bien visto, buena parte de esta entrada es la muestra viva de un fracaso personal.

Y mira que me había propuesto no tocar el tema por estas fechas próximas a San Valentín. Ni en el blog. Ni en una conferencia. Ni formando parte de la escaleta de algún programa de radio.

Sencillamente este año prefería no hablar del amor. No y no.

No, porque no es la primera vez que viene a esta enrocada tribuna bloguera el concepto universal del amor, tan relacionado con la afinidad entre los seres humanos.

Un sentimiento que en nuestra cultura va asociado al afecto y el apego, siendo a la vez causa y efecto, vaya paradoja, de una serie de actitudes, emociones y experiencias personales.

Y no, porque a lo largo de los años lo hemos tratado desde muchos puntos de vista: mitológico, religioso, sexual, científico, etcétera.

Por todo ello, este año, me había propuesto no abordarlo, ni siquiera por el santo. Así que dicho y hecho. Pero sabido es que el hombre propone...

...y Dios dispone
Vaya si dispone. Y eso que incluso llegué a pensar que lo había conseguido. Un craso error por mi parte y las pruebas me remito.

No ha pasado ni una semana del “valentinero” día y no me he podido resistir, como ya se habrá dado cuenta si es que tiene la amabilidad de leerme. Cuan débil es la tentación de la carne, me refiero a la mía, claro.

Pero es que además, ya ha visto el título, no sólo vuelvo al asunto del querer, sino que lo hago por triplicado: Amor, amor, amor como el bolero del compositor mexicano, Gabriel Ruiz.

O como el dicho del caldo ¿No querías? Pues ahí tienes, y en este caso, tres tazas.

Tres, porque les voy a escribir del amor, desde tres puntos de vista. Tres porque, a estas alturas de la vida, no tengo claro aún lo que es el Amor. Y tres porque haciéndolo así, tripartito como quien dice, puede que me conforte en cuerpo y espíritu.

De los puntos de vistas que les refería, uno es el de la Bioquímica, bueno desde éste, en realidad lo que hago es volver a escribir. Otro es el de la Astronomía, éste sí es inédito y una de las causas de que me esté leyendo. Y por último está, ése que en la actualidad me dicta lo escrito: mi corazón.

Y lo digo como si este músculo principal del aparato circulatorio, tuviera algo que ver con el amor. Pero bueno, ustedes ya me entienden. Así que vamos con los tres amores: astronómico, bioquímico y cardíaco.

1. Amor astronómico
Amor astronómico porque han de saber que gracias a la Astronomía -ocupada en estudiar los cuerpos celestes del universo, entiéndase con ello: planetas, satélites, cometas, meteoroides, estrellas, materia interestelar, sistemas de materia oscura, etcétera-, gracias a esta ciencia les decía, sabemos que existe un asteroide con su nombre, el asteroide Amor.

Amor es nombre de asteroide
Éste en concreto, también conocido por su número 1221, fue descubierto el 12 de marzo de 1932 por el astrónomo belga Eugène Joseph Delporte (1882-1955), desde el observatorio de Uccle (Bélgica).

Asteroide Amor, que tiene además como nombre astronómico alternativo, el de 1932 EA1. Un nombre que, no me cabe la menor duda, será muy científico y de gran valor clasificatoria pero, estarán conmigo, no tiene ni punto de comparación con el de Amor. Dónde va a para uno y otro.

En cualquier caso y lo llamemos como lo llamemos, no es más que un cuerpo pequeño perdido en la infinitud del espacio. Con un diámetro de tan solo un kilómetro (1 km) resultaría irrelevante, como tantos otros, si no fuera porque goza de una característica singular.

Que no es otra que la de formar parte del grupo de asteroides que se acercan mucho a la órbita de la Tierra pero, eso sí, sin llegar a atravesarla. Es decir la roza, aunque siempre permanece en su exterior. O sea, la contiene.

Algo singular lo de Amor, les acabo de decir, pero no único.

Resulta que el nombre no lo lleva sólo él. En astronomía la expresión 'Asteroide Amor' se refiere, en realidad, a cualquiera de estos cuerpos celestes que cumpla con el requisito de aproximarse a la órbita terrestre, pero, sin atravesarla. (Continuará)


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