Cuenta Suetonio que en cierta ocasión, el hijo de Vespasiano, el futuro emperador Tito, le recriminó a su padre el cobrar un impuesto por los servicios sanitarios públicos. La razón era, su procedencia “tan poco limpia”.
Entonces, al parecer, Vespasiano le puso en la nariz unas monedas procedentes del primer pago y le preguntó: “¿Acaso te molesta su olor?”.
Tito lo negó por supuesto. No le molestaba. A lo que Vespasiano contestó: “Pecunia non olet” (El dinero no huele). No es un mal argumento. Sin embargo...
Sin embargo, las monedas huelen
Recientes investigaciones demuestran que el olor metálico que percibimos al tocar las monedas o las llaves de casa, se debe a una reacción química que se produce entre los lípidos de la piel y el metal.
Es un proceso parecido al que tiene lugar entre la sangre, que contiene hierro (Fe), y la piel.
Algunos antropólogos piensan que este olor era el causante de provocar, en nuestros antepasados, una reacción biológica que les llevaba a proteger a su hijo herido. Sabia naturaleza.
Naturaleza química.
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