martes, 1 de julio de 2008

El club de los poetas muertos (1989)

Sin duda una buena película.

Un referente cinematográfico en lo que respecta a creatividad y libertad en las aulas.

En ella se analizan las relaciones entre profesores y alumnos de un clásico centro victoriano, a través de la rompedora presencia de un innovador profesor de literatura, protagonizado por Robin Williams.

Basada en la novela homónima de N. H. Kleinbaun, tiene un importante trasfondo educativo, ideológico y político.

En ‘El club de los poetas muertos’ profesor y alumnos se mueven no sólo en la misma dirección, lo que es esperable, sino en el mismo sentido, que es lo deseable.

De esta manera el profesor les ayuda a descubrir sus propios caminos, les enseña a pensar por sí mismos y les obliga a ejercer la reflexión crítica.

Algo que, en teoría, parece inherente a la función docente pero, créanme, no es fácil de llevar a la práctica. Se lo puedo asegurar. Por desgracia, en escasas ocasiones se va mucho más allá de la enunciación de buenos propósitos.

Y no parece que influya la disciplina con la que se intente, ni el área de conocimientos en la que se desarrolle. Ciencia o Arte ofrecen por igual la misma desesperanza educativa.

A pesar de todo hay que intentarlo siempre. En Física o Historia, Matemáticas o Literatura, Biología o Música. No importa cual, pues sin ellas no hay Cultura.

Y todas están realizadas por humanos. Humanidades, por tanto.

El momento “Carpe diem”
En la película hay una escena en la que se reflexiona sobre lo efímero de la vida y la pérdida de lo único que no podemos recuperar: el tiempo. Es cuando el profesor Keating (Robin Williams), impostando una voz fantasmal, les dice lo de:

“Aprovechad el momento, chicos, porque un día, lo crean o no, todos los que estamos en esta habitación dejaremos de respirar, nos enfriaremos y moriremos. Carpe diem, no esperéis hasta que ya sea tarde para hacer que vuestra vida sea lo que puede llegar a ser...”.

Que había iniciado con:

“...el día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida”
. Bueno, bueno.




Como pueden intuir, la película es algo más que la simple apreciación de un profesor enrollado, que incita a los alumnos a subirse sobre las mesas a protestar.

Para algunos, incluso es una fuente de recursos y posibilidades. Como quien dice, aprender de la película o aprender con el cine.

No sé si “Carpe diem” llega a decir tanto, pero merece la pena averiguarlo. Hay quien dice que es el tiempo la sustancia de la que estamos hechos. Puede ser, pero ¿Por qué se dice “Carpe diem”?


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