Con el germen del cajero automático les dejé ayer, allá por los inicios de la
segunda mitad de la década de los sesenta del pasado siglo XX.
O lo que es lo mismo, con una máquina que pudiese entregar dinero las
veinticuatro horas (24 h) del día, durante los siete (7) días de la semana, de
todas las semanas del año, como si fuera una expendedora más al uso. Una más, si
bien con un evidente matiz diferenciador tanto de entrada como de salida.