Un golpe de calor que suele
afectar a dos grupos diferenciados de población. De un lado aquellos individuos
sanos pero que realizan ejercicio físico intenso a horas no aconsejadas, y
sufren lo que se conoce como golpe de
calor por esfuerzo. Caución.
Y del otro el golpe de calor clásico que sufren las personas más
vulnerables, la población denominada de alto riesgo, constituida por ancianos,
enfermos, obesos y niños. Precaución.
Abanicos
de papel
Niños y adolescentes como los escolares madrileños que, ante el impacto de
la ola de calor reciente, fueron
animados por el consejero de Educación de esa comunidad, a que se llevaran sus
propios abanicos y los utilizaran para combatir el calor asfixiante en las
aulas. A grandes males, grandes remedios.
Pero no quedó ahí su aportación. Como el buen hombre ejerce de consejero de
la cosa educativa, se ve que quiso ir más allá de lo meramente administrativo y
ha realizado también una sugerencia pedagógica, a modo de innovación educativa.
No ha tenido otra idea que la de que sean los alumnos los que se fabriquen
con hojas de papel, sus propios abanicos por el clásico y antañón método de
doblar y girar, doblar y girar, doblar y girar hasta que se acabe el papel para
después abanicar.
Es decir que a la vez que soluciona el problema ambiental de la
climatización aularia, está ofreciendo a los docentes una, en su opinión, más
que potente terapia ocupacional para los niños, es decir una herramienta
didascálica. Vamos que dos en uno.
Sin duda estamos ante un buen ejemplo de la inexorable ley de la economía que impera en todo el universo. Cómo se nota que
el señor consejero tiene estudios.
Y es que como él mismo afirma: “No todo lo soluciona el aire acondicionado”.
Pues claro que no señor consejero, por eso usted en su despacho en vez de
aparatos de aire acondicionado, convencido estoy que tiene todo un repertorio
de abanicos hechos de hojas de papel por usted mismo.
Hace falta valor. Lo suyo señor, permítame que se lo diga, es toda una
escuela de calor.
‘Escuela
de calor’ de Radio Futura
Y ya que hablamos de escuela y de calor, el nexo de las ciencias implicadas
-pedagogía y física- con el arte de la música es más que evidente.
Me refiero perdonen la obviedad, a la canción ‘Escuela de calor’, del grupo de pop-rock español de los años 80 y 90, Radio Futura, y que aparece incluida en su segundo álbum de estudio
La ley del desierto / La ley del mar
(1984).
‘Escuela de calor’ es una de las canciones más populares del grupo, en la
que se combinan elementos afroamericanos y sonido funky y que destaca por el
punteo de la guitarra y por el ritmo africanado de la batería. Todo un éxito
del grupo de los hermanos Auserón y de Enrique Sierra.
Una medida de su éxito nos la da el hecho de haber sido clasificada por la
revista Rolling Stone en el número ocho
(8) de las doscientas (200) mejores canciones del pop-rock español, según el
ranking publicado en 2010.
De su letra me imagino que no tengo que recordársela:
Arde la calle
al sol de poniente,
hay tribus
ocultas cerca del río
esperando
que caiga la noche.
Hace falta
valor, hace falta valor,
ven a la escuela
de calor.
Adelante y pase señor consejero, a su escuela de calor. Le advierto que
hace falta valor, aunque traiga su abanico de papel ¿Se atreve?
Profesor Roque, me dirigí con usted por medio del correo suyo acerca del tema relacionada al uso de borrego/oveja/cordero, y esta comunicación es más bien acerca del artículo sobre los peligros del calor en la fisiología humana. Ahora, sé perfectamente que el caso mío, que le voy a exponer, no constituye ningún principio general y confiable.
ResponderEliminarEs lo siguiente: Tengo 75 años y corro los 15 kms a un paso intensivo de 12 minutos los 3.2 kms, seis días a la semana, esté la temperatura en 8 grados C y hasta 40 grados C. Siempre me aseguro de tomar agua antes e inmediatamente después del circuito, y siempre con los electrolitos agregados.
Si usted trabaja en este campo, posiblemente sea un tema que merece estudiarse.
Yo atribuyo, en parte cuando menos, esta capacidad mía a un esfuerzo sicológico de oponerme a aceptar cualquier advertencia sin examinar cómo funciona, y parece, repito: parece, que pudiera ser el efecto de los electrolitos, cuando menos en parte.
Saludos.
Luis Howard Soto
lhoward45@cox.net