Es el título de la ilustración más famosa creada por el artista
estadounidense Charles Allan Gilbert
(1873-1929), cuando contaba con tan solo dieciocho (18) años de edad.
Una ilusión óptica en realidad pues
si se fija, lo mismo puede ver a una mujer sentada frente a un espejo que, si
se aleja algo de ella, le parecerá ver un gran cráneo.Una cuestión de
organización de lo que percibimos visualmente.
Como ya hemos comentado en otras ocasiones el ojo es un fascinante instrumento óptico. Puede como la cámara
fotográfica o la de vídeo, registrar todo lo que ocurra a su alrededor detectando
colores, enfocando objetivos, ajustando el diafragma a la luminosidad,
etcétera.
Pero además y a diferencia de ellas, con ayuda del cerebro es capaz de hacer algo que éstas no pueden: reconocer una
imagen aunque falte parte de ella o no se distinga claramente. Es uno de los “poderes
de la mente”, por así decirlo, y con el que nuestro cerebro interpreta y
reelabora la información que nos proporcionan nuestros sentidos.
Para ello, ojo y cerebro, se valen de ‘pistas’ y de experiencias pasadas. Dos luces para ver.
Una actividad biofísica que por lo general, lejos de ocasionarnos problemas,
nos ayuda a reconstruir nuestro entorno y a sobrevivir. De hecho forma parte
del proceso evolutivo animal y de su
mecanismo de selección natural.
Sin embargo, por suerte o por desgracia, no sabría decantarme en este
momento, no siempre sucede así. Y en determinadas circunstancias, bien porque no
tengamos suficiente información, porque nos influya el contexto o por cualquier
otra razón, esta reconstrucción resulta siendo ambigua o defectuosa.
Entonces las ‘pistas’visuales confunden al cerebro y lo llevan a emitir conclusiones
erróneas. En estos casos es cuando decimos que estamos en presencia de una ilusión óptica.
Ilusión
óptica
Como la de hoy. Una percepción visual que no se ajusta a la realidad del
mundo que le rodea. Un fenómeno de engaño de los sentidos más, de los muchos
que desde el siglo XVIII han desbordado a oftalmólogos, neurólogos y
científicos en general.
Sobre todo al principio, cuando la ignoracia sobre su origen y causas les
hizo ser tomados por un mero juego visual de divertimento y, por desgracia, como pasto para
los pasatiempos. En la actualidad, gracias al avance de diferentes ciencias ya
no es así, y además de ser un pasatiempo más, por qué no, nos ayudan a entender cómo vemos y
cómo reconstruimos el mundo que nos rodea.
Y hasta aquí. Del artista no tengo nada de interés que enrocarles. De la
obra, tan solo que me consta existen muchas
versiones posteriores de la misma. Y del título, lo evidente.
Es la segunda
parte de una de las más conocidas citas del
Eclesiastés,
quizás el libro más citado de los que
compoen el Antiguo Testamento de la Biblia. Dice así: Vanitas vanitatis et omnia
vanitas “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Gran verdad.
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