(Continuación) Lo digo en este caso por la
exposición, cualitativa y cuantitativa, que el propio Maxwell hizo de su teoría y que resultó ser de todo menos clara.
Algo, créanme, muy diferente de la que hemos estudiado en nuestros tiempos
escolares y profesionales.
Trato de decirles que en honor a la verdad -y sin restar un ápice de mérito
a la extraordinaria y sintetizadora labor de Maxwell, Dios nos libre-, la
exposición que hizo de sus ecuaciones anda más cerca del concepto que tenemos
asociado al término ‘caos’ que al de ‘cosmos’.
A cualquiera que haya visto sus artículos le llamará la atención el
batiburrillo en el que las ecuaciones fundamentales se mezclan con una
fenomenología hasta cierto punto improvisada, dando lugar a un cúmulo de
símbolos y a un aluvión desbocado de palabras y ecuaciones.
Una especie de pandemónium que en nada se parece a esa estructura clara,
compacta y elegante bajo la cual los estudiantes aprenden en la actualidad las “Ecuaciones de Maxwell”. Una claridad
que debemos al señor Lorentz.
Es él
quien depura el contenido maxwelliano de las ecuaciones, separando como en un
aventamiento electromagnético, el grano de la paja.
El grano es, naturalmente, el mensaje último de las ecuaciones, mostrado en
su forma simple y elegante tal como lo conocemos hoy. Esas ecuaciones que nos describen
la interacción (F) entre los campos
eléctrico (E) y magnético (B) y las cargas
eléctricas (q) en movimiento (v). Y paja, claro, todo lo demás.
Desde entonces, y gracias a la labor de Lorentz, contamos con ese conjunto
de ecuaciones bien definidas que nos permiten describir el comportamiento de
los objetos que poseen una masa (m) y una carga (q) dadas. Una posibilidad que antes de él rozaba la
entelequia
Una didascálica aportación la suya sobre las ecuaciones de Maxwell, que no
ha tenido el reconocimiento científico que se merece. Sirvan estas líneas como
denuncia y a modo de sencillo reconocimiento.
Por ir acabando esta elemental incursión en la teoría del electrón “lorentziana”,
motivada por el mero oportunismo temporal de la celebración del 125 aniversario
de su creación, añadir unas pinceladas. Una relacionada con sus limitaciones
como hipótesis y otra con su capacidad de influencia.
Aunque durante un tiempo la teoría gozó de plena validez, con la llegada en
el primer tercio del siglo XX de la mecánica
cuántica y su revolucionaria física, las reglas del juego cambiaron. Y con
ellas la posibilidad de que la masa del electrón se debiera a una reacción a su
propio campo. (Continuará)
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