(Continuación) Y tras el hombre, Lockyer, retomamos el papel de una de sus criaturas, la revista ‘Nature’, en la oposición que a través de sus páginas ofreció a la otra criatura, ésta del constructor William Willett, el “padre del horario de verano”.
‘Daylight and Darkness’
Como ya comentamos, algunos hombres de ciencia utilizaron la prestigiosa revista ‘Nature’ para criticar dicha iniciativa, llegando a publicar editoriales como: “La idea es impropia de la dignidad de una gran nación y haría de nosotros el hazmerreír de las gentes ilustradas del mundo”. Lo que estará conmigo es mucho decir.
“Días
de luz y oscuridad” era su título y apareció publicado en el volumen 86, pág. 349-351,
de Nature (1911). Es más, tan impopular llegó a ser la medida del “cambio
de hora willettiano”,
que la propia revista ironizaba en sus páginas sugiriendo que se alteraran los termómetros,
para así conseguir que los inviernos fueran más cálidos. En fin, prescindible.
El caso es que nuestro constructor amante de la luz del día, cuyos edificios estaban diseñados para aprovechar la iluminación natural, estuvo intentándolo hasta su muerte en 1915, sin llegar a ver materializada su idea. Estas cosas pasan.
Tenía 58
años y llevaba una década de defensa de su horario de verano cuando, solo un
año después, se implementaba y entraba en vigor el cambio de hora, prácticamente
en toda Europa. De ahí mi vínculo con el lema de los Marlborough, curiosamente
escrito en español en su escudo, ‘Fiel
pero desdichado’. Estas cosas pasan también.
Primera Guerra Mundial (1914-1918)
Así que
no fue un filósofo ni un gran pensador de su época, sino un constructor londinense,
un iluminado, perdonen el grueso juego de palabras, William Willett, el
más reconocible y merecedor del título “padre del horario de verano”.
Aunque la causa y razón de la puesta en práctica del mismo no fue por observar alas de mariposa precisamente (Hudson, 1895), ni por los lumínicos y saludables deseos de nuestro fiel y desdichado londinense, sino que tuvo muy mucho que ver con la crisis energética y financiera generada por la Primera Guerra Mundial (PGM). Ella fue el desencadenante de que los países europeos empezaran a plantearse en serio la propuesta del cambio. (Continuará)
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