Con un par de meses de retraso le traigo algún que otro comentario de los no pocos que me llegaron relacionados con aquellas entradas vinculadas a la Selectividad (perdón, PAU) y la novedosa e impopular corrección de las faltas de ortografía en los exámenes de la misma. (PAU y Física, 2025; PAU y Lengua y Literatura, 2025).
Ya sabe, un asunto educativo, didascálico y
poliédrico en el que no entraré por obvios motivos: físicos, de espacio y
tiempo, mero oportunismo periodístico o personales de evidente idoneidad
intelectual.
Unas líneas, le decía, en las que se me solicitaba
cierta aportación docente motivada quizás, quiero pensar, por aquello afirmado
en distintas ocasiones de que este blog nació con vocación de servicio. Ya, errores
que se comenten en esta vida en la que resulta ser cierto aquello de que, con
el tiempo, uno termina siendo esclavo de sus palabras y señor de sus silencios.
Gran verdad, pero a lo que voy, que me disperso.
El arte y la ciencia de la ortografía
El caso es que, en su mayoría, estos lectores/comentaristas eran coincidentes, por un lado, en la mala impresión y desagradable sensación que las faltas ortográficas producen en cualquier lector, en (casi) cualquiera.
Una deficiencia en la escritura a la que no ayuda,
precisamente, el sistematizado uso del corrector de ortografía y gramática
instalado en distintos dispositivos electrónicos como el móvil o el ordenador;
el mismo que, probablemente, haya dado lugar a que los jóvenes cada vez le
presten menos atención y, por tanto, cometan un mayor número de errores en los
textos.
Por otro lado, en sus comentarios, ustedes mostraban
estar concienciados de un par de interesantes circunstancias: una, que el hecho
de escribir un texto con varias faltas ortográficas podía significar cosas
diferentes, desde poco nivel cultural hasta excesiva dejadez en el correcto uso
del lenguaje.
Otra, que independiente del motivo de las mismas, estas resultaban siempre inadmisibles, fuera cual fuera aquél.
La ciencia y el arte de la ortografía
Y por estotro, aunque advertidos de que para
prevenir el mal uso del lenguaje tenemos a nuestra disposición diferentes
recursos como leer con frecuencia, consultar el diccionario cada vez que se
dude o repasar los textos que se escriben, a pesar de ello, ustedes me aportan
un par de ideas.
Una me la ofrece un amable lector al recordarme los
famosos y didácticos Cuadernos Rubio, otra procede de algunos de ustedes
que me apuntaban la posibilidad de “enrocar” un prontuario con las faltas
ortográficas más frecuentes ¡Qué trabajo nos manda el Señor!
(Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




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