(Continuación) Y dicho así, en el primer tercio del siglo dieciochesco la frase sonaba de lo más lógico y científico, nunca podríamos saber de qué están hechas las estrellas, jamás; sin embargo -le aviso que los siguientes renglones van de destripe, mucho mejor que el anglicismo spoiler- por suerte para todos, el francés se equivocaba como la paloma del poeta portuense, que en vez de ir al norte fue al sur.
Vamos que “nunca diga nunca jamás”, es más, un siglo y cuarto después el escritor de ciencia ficción y científico británico Arthur C. Clarke (1917-2008), en el primero de sus adagios conocido como primera ley de Clarke nos advertía.
'Cuando un
científico distinguido pero de edad avanzada, afirma que algo es posible, es
casi seguro que tiene razón; cuando afirma que algo es imposible, es casi
seguro que está equivocado, 1962’. Hasta donde sé, gran verdad.
Comte, una forma de equivocarse
A quien está considerado “padre de la ciencia positiva”, su obra se clasifica dentro de las tendencias positivistas que proponen a las ciencias empíricas como modelo a seguir por otras disciplinas científicas, no se le pueden negar dos singularidades.
Una, el gran respeto que
sintió por la ciencia, no fue poco el tiempo y esfuerzo que dedicó a meditar
sobre ella; y otra, que esto no le impidiera dar uno de los patinazos más
sonados, elegante no se lo niego, pero sonado de la historia de la ciencia.
Toda una paradoja en sí que
quien pensaba que con la ciencia la Humanidad alcanzaría la verdad y con
ella el progreso y ¿el avance?, a su vez le negara la posibilidad de cierto
conocimiento astronómico y eso que para él la astronomía era la más
simple de las ciencias. Quién lo diría.
Course of Positive Philosophy (1830-1842)
Del tiempo y el esfuerzo es buena prueba su obra en seis volúmenes Course of Positive Philosophy “Curso de filosofía positiva” (1830-1842) donde asegura: “No seremos capaces en absoluto de determinar su composición química o su densidad y cualquier noción sobre la verdadera temperatura nos ha sido negada para siempre”.
Es evidente que cuando lo
escribió no cayó en las palabras del filósofo griego Platón (427-347),
seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, cuando diferenciaba
doxa de episteme al afirmar que opinión no es ciencia, y
todo eso nada menos que veinticuatro siglos antes. Dicen que siempre hay que
volver a los clásicos, o no, todo depende.
Episteme que etimológicamente significa conocimiento y en
terminología platónica es un “conocimiento justificado como verdad”, a
diferencia de doxa, que se refiere solo a la creencia común a la mera
opinión. ‘Saber para prever, a fin de poder’. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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