(Continuación) Pero no fue solo la iglesia trianera y su virgen, ubicada en la calle entonces conocida como Cava, la que el martes 9 de septiembre de 1522 visitaron en señal de agradecimiento los marineros. Lo sabemos por el lacónico relato que hace de la susodicha llegada a Sevilla, el italiano Antonio Pigafetta (1480-1534) en su Relazione del primo viaggio intorno al mondo (1524).
“El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del
muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería. El martes bajamos
todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para
visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua,
como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia”.
Es la misma Virgen de la Victoria a la que se
habían encomendado antes de partir, para que les protegiera de todo peligro.
Por cierto, todo un detalle del destino que el nombre de la única nao que
volvió, fuera, precisamente, el de la iglesia y su titular. Estas cosas pasan.
Lacónico porque, para empezar, el atraque de la nao Victoria en el Muelle de Mulas debió causar bastante sorpresa en la marinería de tierra. Nadie se acordaba ya de ellos, ni siquiera sabían quiénes eran cuando los vieron llegar. No podían saberlo, habían transcurrido tres años y veintisiete días desde que partieron y eso era demasiado tiempo.
Además, estaba el ajado y maltrecho aspecto del casco de
la nave que daba fe de su larga y accidentada travesía, no en vano había
navegado 4460 leguas en su viaje por tres océanos: Atlántico, desde España hasta
Sudamérica; Pacífico, hasta Filipinas por primera vez; y ya de vuelta, Índico, rodeando
África y, Atlántico, de nuevo.
No, no todos los días se veía algo así. Y por supuesto está la “procesión” que, al bajar del barco, emprendieron los dieciocho hombres macilentos y flacos, portando velas de agradecimiento a la Virgen, en solemne cortejo hacia la ermita de N. S. de la Victoria (hoy Iglesia de los Paúles).
Y de la orilla fluvial derecha, la del arrabal trianero, le llevo a la orilla izquierda, la de la ciudad hispalense; como quien dice de orilla a orilla.
En la
orilla de levante
Porque los protagonistas de tan imponente hazaña, tras los
mil ciento veinticinco (1125) días que duró la expedición, continuaron su
“procesión”, cruzaron el rio Guadalquivir, pasaron a Sevilla y llegaron hasta la
misma Catedral donde se postraron, ahora, ante la Virgen de la Antigua.
Una imagen marinera muy venerada en la época y cuya
capilla era habitual visitar antes y después de cada viaje, para dar las
gracias por haber vuelto sanos y salvos. Fue justo lo que hicieron Elcano
y sus hombres ese martes septembrino y de lo que el tal Pigafetta, prácticamente,
no dice ni “mu”, lo que resulta raro. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue
publicado el 10 de octubre de 2022, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA,
del diario digital Sevilla Actualidad.
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