Un ensayo en el que filosofía y semiología se aúnan para analizar los mecanismos de percepción del hombre, que lleva al autor a preguntarse: ¿Por qué reconocemos a un gato como un gato y a un perro como un perro? ¿Por qué hemos acordado denominarlos de este modo?
Una semiótica
entendida como ciencia derivada de la filosofía que se ocupa de los sistemas de
comunicación dentro de las sociedades humanas, estudiando las propiedades
generales de los sistemas de signos, como base para la comprensión de toda
actividad humana.
En esencia, ¿qué sucede cuando se está frente a un objeto desconocido, del que no se tiene un esquema precedente? ¿cuál utilizó Kant frente al animal? Porque esa es otra, ¿vio el filósofo alguna vez a un ornitorrinco?, es más, ¿llegó siquiera a oír hablar de él? Ya de la que va le digo las respuestas, NO y NO. Entonces, si son esas las respuestas, ¿cuál es la pregunta?
¿Por qué Kant y el ornitorrinco?
Vaya por delante que el
hombre ilustrado y el inclasificable animal no tuvieron nunca nada que ver, una
característica disímil que bien pensada está en el mismo origen y desarrollo de
la enjundia del libro del italiano, entiéndame: esquemas mentales, conceptos
empíricos, pensamiento, ciencia.
Consultando fechas
sabemos que el primer ornitorrinco enjaulado llegó a Europa un año
después de que Kant publicara su último ensayo, estando ya muy enfermo, de
forma que por sus circunstancias vitales es seguro que ni vio ni escuchó hablar
de él. Una afirmación a la que se suma el hecho de que fueron necesarios 85
años de debates e investigaciones científicas, antes de poder clasificar a
dicho animal. O sea que no, no tuvieron nada que ver.
Le decía más arriba inclasificable animal, y a modo de justificación le aporto ahora algunas de sus aparentemente contradictorias características anatómicas: es un mamífero, pero tiene garras venenosas; está dotado de pico, pero vive bajo el agua; pone huevos, pero sus hijos son lactantes; la hembra amamanta a las crías, pero no tiene ubres. En fin, un ornitorrinco.
Y por si fuéramos poco…
Un animal misterioso que,
según Jorge Luis Borges (1899-1986), estaba hecho de retazos de otros
animales si bien para Eco, que reconoce en el argentino a uno de sus
grandes maestros, era todo lo contrario. En su opinión el ornitorrinco no está
hecho con pedazos de otros animales, sino que son los otros animales los que se
forman con partes de él. En fin.
Por cierto, y para
acabar, el genial argentino también ejerció una destacable influencia sobre
otro pensador que ha aparecido vinculado a la kantiana traducción “¡Atrévete a
pensar!” del clásico Sapere Aude, me refiero al filósofo francés Michel
Foucault (1926-1984) y su ensayo ¿Qué es la Ilustración? (1984). (Continuará)
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Muy interesante toda la serie de entradas. Enhorabuena por el blog
ResponderEliminar¿A qué entradas te refieres?
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