(Continuación) Una
inacción en el reconocimiento que él justificaba arguyendo que, ambos en aquél
entonces, mientras trabajaban en el campo de la sociología de la ciencia estudiando
la estructura, relaciones y procesos de socialización de la comunidad
científica, no fueron conscientes de las desigualdades de género que se
percibían en la sociedad de la época. Lo que puede ser, que estas cosas también
pasan pero, como diría el castizo ‘a buenas horas, mangas verdes’, o ‘a la
fuerza ahorcan’, que diría otro.
‘Efecto Harriet/Matilda’
Ese es el nombre completo
con el que en realidad Margaret
W. Rossiter bautizó este prejuicioso
fenómeno social, en doble reconocimiento a la socióloga Harriet Zuckerman y a la sufragista Matilda J. Gage, pero que con el
paso del tiempo y la inexorable ley
de la economía se quedó solo con el
nombre propio de la segunda, ‘efecto
Matilda’.
Y con el que, desde 1993,
se conoce a la discriminación sistemática y pandémica que han sufrido las
mujeres en el ámbito de la ciencia lo que, bien visto, no deja de ser un corolario
del ‘efecto
Mateo’ con el que por supuesto
está relacionado. Ya saben, aquel por el cual un científico eminente, a menudo,
obtiene más crédito que un investigador comparativamente desconocido, incluso
si su trabajo es compartido o similar.
Un efecto cuya autoría desde
ese mismo año sabemos que es doble, Harriet Zuckerman y Robert King Merton, aunque debido a una perversion más del ‘efecto Matilda’ en
un principio solo era de uno de ellos, de él claro. Y es que, sin lugar a dudas,
las mujeres son más vulnerables al ‘efecto Mateo’ que los hombres.
Así que en esas
estamos, al trio femenino que forman las palabras mujer, ciencia y discriminación, ahora lo podemos denominar también como “del
efecto Mateo al efecto Matilda, sin solución de continuidad”.
Pruebas empíricas matilderas
Si bien es cierto
que esta diferencia de trato por razón de género fue muy pronunciada hasta la
década de 1990, y que a partir de la del 2000 se empezó a detectar una
disminución, no lo es menos que, desde finales del siglo pasado, no han cesado
de salir estudios e investigaciones que demuestran la existencia de este fenómeno
segregacionista y nos alertan sobre esta circunstancia por la que incluso hoy, el
hecho de ser mujer sigue restando, inadvertidamente, puntos del currículo
científico.
Algo que sucede
en todos los sectores de la investigación científica, por ejemplo en el de la cita
bibliográfica de las publicaciones. Y así del análisis (realizado de forma
independiente por estudios estadounidenses, italianos y españoles) de más de
mil publicaciones entre 1991 y 2005, se deduce que los científicos (hombres)
citan más a menudo las publicaciones masculinas que las femeninas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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