Hasta hace solo unos meses solía hojear y ojear cada fin de semana con mis nietos, sentados uno a cada lado en el sofá y con poco más de una docena de años de vida entre los dos, un grueso volumen recopilatorio que antes vieron su padre y su tío en circunstancias parecidas, precisamente de este célebre cómic del mítico historietista Francisco Ibáñez (1936-2023). Obra y autor.
Él, sin duda, es uno de los mayores exponentes del tebeo
español, perteneciente a la generación del
57 de la Escuela Bruguera, responsable y culpable directo entre otros
artistas que muchos jóvenes lectores empezaran, empezáramos, a descubrir el
mundo de las letras y los libros con los tebeos.
Es probable lector que usted sea uno de ellos y pertenezca a esos tiempos en los que los tebeos se intercambiaban en el barrio, recuerdo que por una peseta podíamos cambiar diez; una época antañona y una forma genial de iniciación a la lectura por parte de la chavalería.
Y ella, el cómic, qué quiera que le diga, un mosaico
de historietas fruto de la fértil imaginación del historietista barcelonés,
publicadas a partir de 1961 en la contraportada de Tío Vivo y con
posterioridad en la época de Olé; viñetas de humor del tercer cuarto del
siglo XX y una de sus creaciones más famosas. ‘No soy dibujante, sino
historietista, que es la unión de dibujante y guionista’. (Continuará)
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