[Esta entrada apareció publicada el 26 de julio de 2024, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
(Continuación) No sólo las amó, sino que se interesó por sus avances, consciente de que podían ayudarle tanto en su proyecto militar como en el político, de modo que se rodeó de científicos que le aconsejaban y mantenían en contacto con las ciencias y el pensamiento lógico.
Y así, con la astronomía, sirva de ejemplo lo sucedido cuando el
matemático y astrónomo Laplace le presentó su obra Exposition du
Système du Monde et Mécanique Céleste (1796) y Bonaparte comentó: “...
He leído su obra y no he visto la palabra Dios’. A lo que el científico
espetó: “Señor, no tuve la necesidad de tal hipótesis”.
Dicen que, al respecto, el emperador le dijo al físico matemático Lagrange: “Es una hipótesis, pero para algunos es muy necesaria”, después Laplace diría: “Es una bella hipótesis que lo explica todo, pero no predice nada”. Pues sí. Poco después, en 1798, Napoleón invadía Egipto con treintaiocho mil soldados, a los que acompañaban casi dos centenares de científicos, historiadores y eruditos a fin de recopilar conocimientos de la tierra de los faraones.
¿Desde cuándo un ejército invasor lleva matemáticos, naturalistas,
arqueólogos o filólogos? Así surge Description de L'Égypte (1809), obra
en veintitrés volúmenes que destaca por su belleza gráfica y donde el país es
descrito a través de sus paisajes, arte, gente, edificaciones, fauna y todo
cuanto florece a orillas del Nilo. Europa empieza a enamorarse de su misterio, nacía
la egiptología. “¡Soldados! Desde lo alto de estas pirámides,
cuarenta siglos os contemplan”.
En 1799, de vuelta en París tras la campaña en Egipto, toda una derrota militar pero un notable éxito científico, Napoleón dio el golpe de Estado que le daría el poder absoluto. Fue entonces cuando la ciencia francesa vivió un periodo glorioso al crearse numerosos incentivos económicos, premios y posiciones de alta jerarquía para los científicos.
Ese mismo año el italiano Volta inventaba la pila eléctrica
-la electricidad podía ser producida por procesos químicos y no solo en
la naturaleza (los rayos)- y cuando la presenta en el Instituto de Francia en París, el emperador
estaba presente en la primera fila. El invento no solo muestra la
producción química de electricidad, también la obligación de invertir en
ciencia, aunque no se conozca una aplicación inmediata, lo llaman ciencia básica.
Como sabe, de sus incursiones en las matemáticas surgen diferentes aplicaciones en el ámbito militar: en artillería, para calcular los ángulos de los cañones para dar en el blanco; en ingeniería, para mejorar la construcción de fortificaciones; o en teoría del transporte óptimo.
Unos conceptos que han influido en nuestros conocimientos actuales sobre economía, tráfico
de vehículos, mecánica de fluidos, meteorología o IA; capítulo aparte merece el
hallazgo de la Pìedra de Roseta. ‘El progreso y el perfeccionamiento
de la matemática, está ligada a la prosperidad del Estado’. (Continuará)
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y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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