(Continuación) Vamos que no tenía pinta de ser el mejor sitio para impartir un diletante y artístico monólogo.
‘No me intimida lo que puedan hacerle a mi agente’
Pero bueno, ya conocen
a Wilde, a pesar de que fue advertido de que ambos podrían ser
asesinados se despachó con una de sus boutades, “no
me intimida lo que…”, como si el asunto no fuera con él; y, ni corto ni
perezoso, se dispuso a leer fragmentos de la autobiografía del escultor, orfebre y escritor renacentista
italiano Benvenuto Cellini (1500-1571).
Y lo hizo a los
cavadores de plata que habían acudido medio borrachos al Tabor Opera House,
un edificio por cierto construido en 1879 que es una fecha con la que me voy a
permitir una licencia. Es el mismo año en el que nace, en la ciudad alemana de
Ulm, el físico después nacionalizado estadounidense Albert Einstein
(1879-1955).
De quien este año del Señor de 2023 se cumple un doble centenario muy, muy, poco conocido: uno es el de la recogida de su Premio Nobel de Física, y no por la relatividad; otro es el de su visita a España, sí, Einstein estuvo en España. Fin de la licencia.
Y eso que le habían
advertido -sigo con Wilde en el Tabor, Leadville- que la noche
anterior había sido movidita, por decirlo de manera suave; sin que estén claros
los motivos, ni al parecer hagan mucho al caso, en el mismo escenario habían
intentado ahorcar a un ser humano.
Como se lo cuento, en
el cumplimiento de una sentencia al parecer lo suspendieron del cuello con una
soga de cáñamo. Pero se ve que, por mero instinto de supervivencia, probablemente,
el buen hombre logró desatarse las ligaduras de las muñecas y empezó a trepar
por la cuerda hacia las bambalinas todo lo rápido que pudo.
De ahí que el distinguido y nutrido público se apresurara a desenfundar sus revólveres Colts de seis tiros, dando un alternativo cumplimento de fuego a la condena soguera. Se cuenta que al conferenciante le entusiasmó la ausencia de complejos de las desenfadadas gentes del Salvaje Oeste, a la hora de administrar justicia. Justicia poética, quizás, lo podrían llamar algunos.
‘Se ruega al público que no dispare al pianista, lo hace lo mejor que
puede’
El mismo Wilde
cuenta que tras la conferencia fue invitado a cenar en un local -en realidad el
primer plato era whisky, el segundo whisky y el tercero whisky- y en él afirma
que observó “el único sistema racional de crítica de arte que jamás había visto, pues la mortalidad entre
los pianistas de aquel lugar era asombrosa”. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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