miércoles, 23 de noviembre de 2022

DCPS. Calle Almotamid (2)

(Continuación) Un relato con cierto aroma de leyenda épica que podemos situar en 1078, durante el asedio que el rey cristiano impuso a la ciudad de Sevilla y que el rey abadí, dada la superioridad enemiga, tenía claro que ocurriría más bien pronto que tarde.

Así que pensó en una solución que le conviniera más, y mandó a su consejero y hombre para todo Ibn Ammar para que negociara una salida pacífica a la situación, para la que le dotó de un arma y una estrategia. La primera no era otra que un magnífico juego de ajedrez de ébano y sándalo, toda una obra de arte al parecer.

O de cómo Alfonso VI pudo perder al ajedrez el reino de Sevilla

Y la segunda, sabedor de que Alfonso era un gran aficionado a esta milenaria actividad, y que su visir era un excelente y consumado jugador, la propuesta de que retara al rey cristiano a una partida, en las que las condiciones serían que el ganador se quedara con tablero y piezas, y que el perdedor tendría que concederle un deseo.

Vamos que la partida no sería solo un entretenimiento, había algo más en juego, eso es pasión por el ajedrez y lo demás una milonga carioca. He dicho más arriba actividad, por no entrar ahora en disquisiciones distractoras, pero, ¿cómo lo ve usted?, ¿el ajedrez es un juego, un arte, un deporte, una filosofía, una ciencia?

Ya me dirá lo que piensa al respecto, que yo sigo con lo mío. Sigue contando la leyenda que ambos hombres se encontraron en Sierra Morena y que allí tuvo lugar la partida, siendo el primer deseo a satisfacer por el perdedor, el de entregar los granos de trigos correspondientes a este cálculo: uno (1) por el primer escaque; dos (2) por el segundo; cuatro (4) por el tercero; ocho (8) por el cuarto; dieciséis (16) por el quinto; es decir duplicando el número anterior y así hasta el sexagésimo cuarto escaque del tablero. A primera vista no parecía un alto precio.

El sucedido de la partida de ajedrez. Historia

Como es sabido el rey Alfonso aceptó esta condición sin pensárselo dos veces, nunca lo hiciera porque perdió la partida y, al calcular los granos de trigo que debía a su adversario, comprobó con horror que en toda Castilla no había suficiente para pagarle.

De modo que como rey no podía cumplir su palabra y hacer frente a su deuda, una incómoda situación real que Abenamar aprovechó para ofrecer el trato que realmente traía en mente, el de retirar las tropas que asediaban a Sevilla. Un trato que Alfonso cumplió, pero no del todo. No del todo porque, en realidad, hizo más o menos lo que le dio su real gana. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 27 de junio de 2022, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

 

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