(Continuación) Recuerde que el polímata la utilizó como título para uno de sus poemas, Annus mirabilis, referido a este mismo año, pero por sucedidos bien diferentes como fueron el Gran Incendio que arrasó Londres así como por la Gran Plaga.
No en vano fue en ese periodo de tiempo (1665-1666), al que algunos llaman el bienio anni mirabiles de Newton, cuando, contando éste tan solo 23 años de edad y apartado del mundo en su hogar materno de Woolsthorpe, pergeñó una manita de maravillas. A saber.
La concepción de la teoría de la gravitación universal y su ley, vigente hasta inicios del siglo XX; el asentamiento
de la mecánica clásica, también conocida como mecánica newtoniana; la formalización del método de fluxiones, apartado importante del cálculo infinitesimal; o la generalización del teorema del binomio.
Sin olvidarnos que además puso de manifiesto la naturaleza física de los colores, al realizar el experimento crucial de su óptica, la descomposición de la luz blanca y demostración práctica que los colores primarios no se alteraban tras una segunda refracción.
Ya le adelanté que sin duda alguna, Newton es el hombre más influyente de la historia, así que parece de lo más acertado
la elección de 1666 como “año extraordinario” para la ciencia.
Annus mirabilis, 1905
Sin embargo, dos
siglos y medio después, esta misma expresión volvía a ser utilizada de nuevo en
este campo y asociada también a un solo hombre y diferentes disciplinas
científicas. Me refiero, ya habrá caído en la cuenta por la fecha, al genial
físico alemán Albert Einstein (1879-1955).
Quien con sus aportaciones en la importante revista científica alemana Annalen der Physik de ese año, y contando tan solo 26 años de edad, desencadenó un cambio de paradigma de una magnitud similar a la newtoniana. Cinco artículos, nada extensos por cierto, que iban a revolucionar la Física y, cuya trascendencia, nadie podría ignorar nunca.
Una manita también de
trabajos relacionados con varias ramas de la física -mecánica clásica, electromagnetismo, termodinámica, mecánica cuántica y relatividad especial- y que llevaban los siguientes títulos: 1. Efecto fotoeléctrico. Fue por esta investigación, publicada en junio
de 1905, que Einstein
ganó el Premio Nobel de Física
en 1921.
2. Determinación de las dimensiones moleculares. Con él se doctoró en la Universidad de
Zúrich, y son varios los autores que lo incluyen en este “año extraordinario” a
pesar de estar documentado que, si bien lo terminó en abril de 1905 y lo envió
a la revista en agosto, no fue publicado hasta enero de 1906. (Continuará)
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