domingo, 29 de agosto de 2021

El cambio de nombre: de rabo a cola de toro (1)

(Continuación) Uno de los libros, el más relevante de los dos, lo escribió el cocinero musulmán Ibn Sayyar al-Warraq y es de mediados del siglo X siendo, quizás, uno de los más antiguos de la cocina medieval que haya sobrevivido hasta nuestros días.

Breve historia de un plato culinario (y 2)

El otro ejemplar, una guía culinaria más escueta que su homónimo anterior, está datado en 1226 siendo su autor al-Baghdadi. Reseñar de ambos que ejercieron una gran influencia en muchos de los procesos culinarios de la cocina andalusí en la península ibérica del siglo X y posteriores.

Y de nuevo damos un salto secular en el tiempo pues, si bien la receta que conocemos en la actualidad, con las ineludibles variantes regionales y locales, data de finales del siglo XIX, existe cierto consenso a la hora de admitir que el origen de la misma se sitúa en Córdoba, a lo largo del siglo XVI, y más en concreto en los mesones con tradición taurina ubicados en el centro de la ciudad.

Un plato que en sus inicios se preparaba con los rabos de toros bravos procedentes de las corridas, de ahí que se le denominara rabo de toro, porque rabo se llamaba en aquellos entonces al apéndice de los toros bravos lidiados. Y si esto es así, ¿porqué y cuándo se cambió?

¿Cuándo y porqué se cambió de nombre?

Todo apunta a que tuvo lugar a mediados del siglo pasado durante la era o dictadura de Franco, una época que, según para qué cosas y dicho al cervantino modo, viene a ser como aquella cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación.

En cualquier caso, un dilatado periodo de tiempo en el que confluyeron, por un lado, la enorme popularidad que alcanzó este estofado en las cartas de mesones, tabernas y casas de comidas de, prácticamente, todos los rincones del suelo patrio, dadas sus excelencias culinarias.

Y por otro, la proverbial y mojigata censura del régimen, para la que la expresión “rabo de toro” resultaba, a sus puritanos oídos, no ya ordinaria y malsonante sino impúdica. Sí, lo que se está imaginando, ya ve por dónde iba la sinonimia rabo-pene.

Una semejanza entre términos que en puridad no tiene ningún fundamento lingüístico pues, aunque el Diccionario de la Real Academia Española da análogas definiciones para rabo y cola, a saber:  “Extremidad posterior del cuerpo y de la columna vertebral de algunos animales”, no es este el caso entre rabo y pene. (Continuará)


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