(Continuación) Un sendero de investigación que ha rebrotado de forma magnífica en esta última “docena del fraile” de años (¿Por qué se dice la docena del fraile?), una reminiscencia del uso del sistema duodecimal para contar (¿Por qué se cuentan los huevos por docenas?).
Volviendo a lo de la memoria vacunera, recordar que fue el 31 de diciembre de 2019, parece que haya transcurrido una eternidad, cuando unos funcionarios de salud informaban en Wuhan, China, de un inquietante y misterioso aumento de casos de neumonía, entre un determinado grupo de personas. Y tan solo una semana después, ya se había identificado al responsable.
Se trataba de un nuevo coronavirus, primo hermano
del SARS-CoV-1 aparecido en el 2003 pero dotado de unas características,
lo suficientemente distintas y peligrosas, como para convertirse en una amenaza
mundial diferente.
Por motivos obvios, al microorganismo lo bautizaron con el nombre de SARS-CoV-2 y es el agente clínico de la pandemia que actualmente padecemos, la COVID-19. El resto es historia conocida y por desgracia aún presente.
Vacunas en doce meses
Aunque el coronavirus llevara tiempo dispersándose, no entraremos
ahora en ese detalle que no hace al caso, lo cierto es que a comienzos del 2020
desconocíamos su naturaleza y, sin embargo, no había pasado ni un año de la
publicación de la primera secuencia de su genoma de ARN, cuando las agencias del medicamento
internacionales acreditaban y aprobaban la producción de las primeras vacunas.
Un desarrollo científico y técnico que requiere, por lo general, una media de una decena de años, aunque
existen raras excepciones como la del sarampión que, en los años sesenta
del siglo pasado, se obtuvo en tan solo cuatro.
De modo que las de la COVID-19 -la primera obtenida en menos de un año y se siguen desarrollando más de un centenar en total, entre ellas tres en laboratorios del CSIC-, suponen una colaboración sin precedentes a escala planetaria.
El
pinchazo de la esperanza
Una admirable y efectiva capacidad
de reacción científica ante una amenaza virológica, sobre la que todavía quedan
muchas preguntas sin respuestas, otras tantas a medio responder y, lo que es
peor aún, algunas y no pocas, mal respondidas.
Y que tienen que ver con
aspectos como: la eficacia de las vacunas para generar la inmunidad
esterilizante suficiente, a fin de evitar la infección y la transmisión; el
mínimo número de dosis a administrar; los problemas derivados de la producción,
distribución y abastecimiento mundial; o la necesidad de una comunicación confiable
a la sociedad, que posibilite su vacunación de forma masiva y sin recelo. Sí, aún
quedan muchos retos.
Lo que no es óbice para considerar que la elaboración de una vacuna contra el SARS-CoV-2 en menos de un año, ha supuesto el mayor hito de la humanidad del 2020 y seguramente uno de los mayores de toda la historia. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
¿Para cuándo el siguiente hito de ciencia 2020?
ResponderEliminarFelicitaciones, es de lo mejor que ha enrocado ultimamnete.