(Continuación) Algo de lo más sencillo y que estaría más que bien, de ser cierto, claro. Lo malo es que en esta vida nada suele ser tan simple como parece, aunque lo parezca. Tal es el caso de la prueba poligráfica, si la consideramos como una herramienta fiable para la detección del engaño a través de patrones no verbales, en este caso fisiológicos. Nada más lejos de la verdad.
Aparato, interrogado y examinador
Si bien es cierto que las
respuestas fisiológicas que el polígrafo detecta, están asociadas sin la
menor duda a la ansiedad de una persona, no lo es menos que dicho
trastorno no tiene por qué estar causado exclusivamente por la mentira. Otros
cambios automáticos y similares se pueden presentar también ante un examen o prueba,
una situación de conflicto o cuando sentimos miedo. Es la forma en la que
nuestro organismo, a través del sistema simpático, nos prepara para una
acción de huida, de defensa o devpelea. Ergo, el polígrafo sí
detecta la ansiedad de una persona, pero no la falsedad o veracidad de
sus afirmaciones.
Todo esto sin contar que el propio poligrafiado puede intentar engañar (y a veces conseguirlo) al dispositivo por diferentes métodos, bien alterando las respuestas a las preguntas de control en la sesión previa, o bien provocando de forma deliberada las reacciones fisiológicas ante cada respuesta y que así todas parezcan similares. Son trucos que todos hemos visto en películas de espías.
Y por supuesto está el
papel que juega el propio examinador con: su cultura, formación y experiencia; el
tipo de preguntas que realice; la interpretación de los resultados que haga; y
la implicación emocional (subjetividad, parcialidad) que tenga en la prueba, que
provocarán un sesgo.
Todo ello, entre otros
factores, contribuye a que estos tipos de test no sean infalibles, en ocasiones
no son ni siquiera fiables, lo que ha motivado que desde sus comienzos hayan sido
vistos con recelo por un gran número de detractores.
Poligrafía, ¿ciencia o pseudociencia?
Hasta donde sé, todas las premisas que sustentan su capacidad para la detección de mentiras se basan en supuestos que no han demostrado su validez, tal como advierten numerosos estudios e instituciones. La Academia Nacional de Ciencias estadounidense, a través de un estudio realizado en 2003, determinó que no existe ninguna prueba científica que permita afirmar que la variación de las reacciones fisiológicas esté relacionada únicamente con el acto de mentir.
Es más, en diferentes
órganos judiciales de EEUU, donde esta prueba se admitió como válida en algunos
procesos, llegaron a la conclusión de que tiene la misma validez que elegir
cara o cruz al tirar una moneda al aire para determinar si un sospechoso miente
o no. No sé, quizás demasiado contundente.
Y aunque en determinados
entornos la aplicación del polígrafo cuente con cierta reputación, en puridad, la
ausencia de pruebas empíricas no la convierten en una ciencia sino en una pseudociencia,
más propia del mundo del espectáculo: teatro, cine o televisión. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas
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