(Continuación) La primera de ellas corresponde
al siglo XVI y su autor es el reformador religioso y erudito alemán Philip
Melanchthon (1497-1560), quien utiliza la expresión latina de la
carta de Horacio en su discurso de toma de posesión (1518) de la cátedra
de lengua griega en la Universidad de Wittenberg. Un discurso que atrajo la
atención del teólogo y fraile agustino alemán Martín Lutero (1483-1546),
catedrático de Teología Bíblica en la misma universidad desde 1512 y que terminaría
ejerciendo una profunda influencia en él.
Por cierto -lo que sigue es uno de los nexos
que sabe me gusta, siendo su lectura del todo prescindible para el desarrollo
de la entrada por lo que le aviso-, Melanchthon fue
el creador de la palabra psicología, etimológocamente derivada del
griego (‘psykho', “alma” y ‘logos’, “estudio”), una disciplina a la que se
refería como la encargada del “estudio del alma”.
Una definición que empezó a modificarse a
partir del siglo XVII, donde pasaría a utilizarse como “estudio del
funcionamiento de la mente humana o del comportamiento humano”, no siendo hasta
el segundo cuarto del XIX cuando dicho campo de conocimientos sería aceptado en
el ámbito científico, con no pocas reservas de algún que otro científico. y hasta
aquí el nexo prescindible. La segunda de las referencias al Sapere aude
horaciano tuvo lugar ya en el siglo XX
¿Qué es la Ilustración? (1984)
Es una vuelta de tuerca más que, dos siglos
después, el filósofo francés Michel Foucault
(1926-1984) dió al ensayo cuasi
homónimo de Inmanuel Kant, al retomar su formulación del
‘Atrévete a pensar o saber’ discutiendo los argumentos de la era de la Ilustración
que el alemán presenta en su ensayo.
Por cierto que el francés -conocido
principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en
especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas o el sistema de
prisiones- vuelve a estar de plena actualidad con, al menos uno de sus libros.
Me refiero a su obra El nacimiento de la clínica (1963), en la que rastrea el desarrollo de la medicina,
específicamente la institución de la clínica, y donde ésta aparece como una
derivada primera de los “saberes-poderes” del Estado. Una situación en la que
la voluntad de curar se puede convertir en control político y sellar “la
incestuosa unión de los poderes político y médico”.
Una transformación de Estado providencial en
Estado policial o, dicho de otro modo, una abdicación de la libertad a cambio
de la salud. Ya ve por dónde voy, en estos tiempos de pandemia de COVID-19
y el coronavirus SARS-CoV-2.
No puedo dejar esta pequeña saga sobre la expresión
latina sin apuntar aunque sea, una aportación kantinana a la ciencia, entre cosmogónica
y cosmológica, y ahora que caigo otra sobre el ornitorrinco, eso sí con permiso del escritor italiano Umberto Eco. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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