domingo, 19 de julio de 2020

Una (brevísima) historia científica de las mareas (3)

(Continuación) Unos años después, el inglés Francis Bacon (1561-1626) padre del empirismo filosófico y científico, publicaba en 1624 su obra De Fluxu et Refluxu Maris (Por el flujo y reflujo del mar), donde lleva a cabo una interpretación similar a la teoría de las mareas galileanas, si bien todo apunta a que lo hizo de forma independiente al pisano.
Por cierto, no confundir este Bacon con un compatriota que le precedió, el filósofo, protocientífico y teólogo franciscano Roger Bacon (1214-1294), conocido también como ‘Doctor Mirabilis’ o Doctor Admirable por el nivel de sus conocimientos, y que ya ha aparecido por estos enrocados predios.
Mareas en el siglo XVII: Newton
Pero no es hasta finales de este siglo que el hombre pudo esclarecer de forma correcta la compleja vinculación existente entre las mareas y el cielo, una explicación que vino de la mano del más influyente de todos los hombres, el genial inglés Isaac Newton (1643-1727).
Lo hizo en el que está considerado como uno de los libros científicos más importantes de todos los tiempos, presentado el 28 de abril de 1686 en la prestigiosa institución londinense Royal Society, aunque no fue publicado completo hasta el 5 de julio de 1687, con el largo título de Philosophiæ naturalisprincipia mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural, 1687). Vamos el Principia de toda la vida, para entendernos.
Pues bien, en él introduce el novedoso concepto de interacción gravitatoria o gravedad -describiendo la ley de gravitación universal (LGU), una de cuyas consecuencias son los fenómenos de las mareas y el papel que Luna y Sol juega en ellas-, que se manifiesta también en todo el espacio, o sea hasta el infinito ¿y más allá?
Una explicación newtoniana de las mareas que, siendo muy eficaz para un hipotético planeta cubierto por un océano uniforme, en realidad no tiene en cuenta la distribución de los continentes o la batimetría (profundidad) del océano.
En cualquiera de los casos se trata de una respuesta muy adecuada, pues no en vano fue la primera en definir de forma científica y cuantitativa esta acción, como consecuencia lógica de sus leyes mecánicas. Con rango sólo de anécdota han de saber que, paradójicamente, el genial científico nunca pisó una costa, ni falta que le hizo para saber cómo funcionaban las mareas. Él tenía su ingenio y sabía que era sí, ¿qué necesidad había entonces de ir?
Tres cuartos de lo mismo, le pasó con la forma de la Tierra sobre la que teorizó sin tener que salir ni siquiera de su casa: nuestro planeta no tiene forma esférica sino ovoide o achatada por los polos. Años después el sevillano Antonio de Ulloa (1716-1795) y su medición del meridiano terrestre en la famosa expedición francesa, lo confirmaba con el valor de la prueba.  
Mareas en el siglo XVII: Halley
En esta línea de importancia explicativa destacar que el inglés Edmond Halley (1656-1742), astrónomo, miembro de la Royal Society y amigo personal de Newton, señaló que la explicación de las fuerzas de la marea era uno de los más importantes hallazgos del Principia. (Continuará)
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