(Continuación) La palabra orfebre
procede del francés orfèvre, que a su vez deriva del latín aurifex
(artesano que trabaja el oro) formada en principio por la raíz de aurum
(oro) y, bien la del verbo latino facere (hacer, realizar) o la de faber
(artesano, obrero, artífice), al sufrir una defección o cambio por sustituir el
elemento -fic- de facere por la palabra latina faber.
Un proceso que dio lugar en
español a un magnífico cultismo, el de la existencia de estas dos palabras: orfebre,
para referirnos en general al que labra objetos artísticos con todo tipo de
metales preciosos y, orífice, para el que específicamente trabaja el oro.
Creo que no andaba desacertado,
al resaltar al final de la entrada anterior la magnífica etimología del
término, lo que no es óbice para que cierre este forzado “paréntesis cultureta”
con la presentación de mis disculpas por la didascálica deformación profesional
y, lo que es peor, por la innata tendencia personal a la dispersión, un defecto
que la edad no ha hecho otra cosa que agravar.
En fin, el caso es que estamos
en condiciones de abordar quilate, en esa su segunda acepción, como
unidad de riqueza del metal oro.
Quilate
orfebre: unidad de pureza
En este caso, quilate, es el
nombre de una unidad de la magnitud física conocida como composición de
una disolución de metales o aleación y cuyo símbolo es de elección
confusa apareciendo como C, kt, k o K, del griego katharótita,
“pureza”, todos sin punto final ni plural al no tratarse de abreviaturas. En
particular prefiero este último, K, escrito en mayúscula para no confundirlo
con el prefijo k, en minúscula, que significa mil (1000) y empleamos para
designar un múltiplo del sistema métrico decimal. Por ejemplo, un kilogramo (kg)
son mil gramos (1000 g).
Es por tanto quilate una unidad
de pureza, de la cantidad de oro que contiene una aleación, equivalente a la veinticuatroava (1/24) parte de la masa total de la
aleación. Luego una pieza de metal oro, sin alear como los actuales lingotes,
es de veinticuatro quilates (24 k) de pureza o, como la moneda solidus
de Constantino I. Así fue como dicha moneda pasó a ser la referencia
tanto del peso del oro (24 K = 4,5 g) hasta el siglo XII, como de su pureza también
denominada ley del oro.
Como seguro sabe en joyería,
según la finalidad y los países, se utiliza oro de diferente pureza y a todos
nos suenan expresiones como: “Esta pieza es de oro de 24 K” “O de 22 K, de 18 K,
de 14 K, de 12 K, de 10 K, o de 9 K”. Y sabemos que, en el primer caso de 24 K,
se trata de lo que unos llaman ‘oro puro’ y otros ‘oro fino’, de forma que toda
la pieza es del preciado metal. Que en el tercero, oro de 18 K, sólo un 18/24 de
la pieza lo son, de manera que de cada 24 partes, 18 son de oro y 6 de otros
metales, es decir las tres cuartas (¾) partes.
Y que en el caso del oro de 14 K,
por poner un ejemplo más, sólo un 14/24 de la pieza lo son, de modo que de cada
24 partes, 14 son de oro y 10 de otros metales. Evidentemente, conforme
disminuye la ley o título, la pieza es más barata pues contiene menos oro (lo llaman ‘oro
bajo’) y a cambio los metales aleados le proporcionan nuevas características como
dureza, resistencia, tonalidad cromática. Bueno pues lo dicho, conforme mayor
sea la pureza o ley del oro de su joya, conforme mayor sea el número de
quilates, más oro contendrá. Es como un índice de su calidad. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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