martes, 9 de junio de 2020

Monedas de oro y piratas con pata de palo

(Continuación) El comentario de más arriba me llegó al blog a propósito de estas palabras de hace unos días y que le reproduzco: “Desde el cinematográfico gesto del pirata mordiendo una moneda de oro y que nos habla de su blandura pues, si era de oro, la marca de los dientes quedaría impresa en ella”. Pertenecen a la entrada ‘Quilate y Orfebrería (1)’ que tiene al quilate como protagonista de la unidad de pureza o ley del oro con el que está realizada una joya o moneda.
Y sin duda es una imagen que todos tenemos grabadas en nuestra retina, en la que podemos sustituir al pirata de los siete mares por un banquero, un comerciante, un usurero, un prestamista o lo que usted tenga a bien, sin que por ello el mensaje se debilite lo más mínimo. Gracias a la mordida monedera, estas personas impedían que les dieran gato por liebre, y de ahí la pregunta del lector ‘¿Es cierto que mordiendo una moneda se sabe si es de oro? ¿Y de qué ley?’, [sic].
¿Sirve de algo morder la moneda?
De entrada y para evitar equívocos, vaya por delante que eso de averiguar la ley del oro con el que está hecha una moneda, con solo hincarle el diente va a ser que NO, es imposible de toda imposibilidad. En lo que respecta a si, al menos, se puede saber si es de oro o no pues, qué quiere que le diga, eso depende de la moneda, así que algo de posibilidades hay, me explico.
Resulta que -aunque se trate de un pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo (Sabina, dixit)-, este método tan de macho alfa, solo funciona si la moneda es de oro puro o sea de veinticuatro quilates (24 K), y esas piezas, mire usted por donde, hace ya siglos que no las fabrican. No, por una razón que ya hemos traído a estos predios.
La sustancia simple oro, Au (s), es demasiada blanda como para ser usada en monedas y joyas que con el tiempo terminarían deteriorándose con marcas y rayaduras, llegando incluso a romperse ¿Y quién quiere algo tan valioso en esas condiciones?
De ahí que, en orfebrería, le confieran dureza, rigidez, color o resistencia, aleándolo con otros metales a la hora de fabricar joyas, objetos de adorno y monedas. Por eso, apenas hay monedas de oro puro en el mundo, y no las hay desde hace ya casi cinco siglos.
¿Desde cuándo no hay monedas de oro puro?
Desde lo que se conoce como Período Tudor, reinado de la casa de Tudor en Inglaterra, correspondiente más o menos al lapso de tiempo comprendido entre 1485 y 1603, durante el que todas las monedas de oro acuñadas en Gran Bretaña y Estados Unidos contenían metal cobre, Cu (s), a fin de para hacerlas más duraderas.
Por poner solo un ejemplo, en 1538 y por orden real, la moneda de oro debía tener un 91,6 % del metal precioso, un porcentaje correspondientes a unos veintidós quilates (22 K), suficiente para endurecerla y que no quedara marcada con los dientes.
Así que el destinatario de la misma, más que morderla, lo que hacía era pesarla, medirla y compararla con un patrón legal, y si la moneda era falsa, dada la alta densidad relativa del oro, o bien sería demasiado grande, o bien demasiado ligera. Pero nada de dientes, dientes (Pantoja, dixit). (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


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