domingo, 14 de junio de 2020

‘Falsa monea’ y la fiebre del oro

(Continuación) Así se fijaba de manera rigurosa la ley del oro de las mismas, a la vez que se imposibilitaba la raspadura de sus bordes que las hacían cada vez más pequeñas y de menor valor, al contar con menos metal precisos, oro (Au) o plata (Ag). Lo que se dice, toda una remodelación del sistema monetario británico.
Un plan que exigía la retirada de las falsas monedas en circulación y el encarcelamiento de los falsificadores, tareas para las que Newton se puso manos a la obra con la mayor de las entregas. Para ello no dudó en disfrazarse, y salir él mismo por las noches a recoger pruebas en tabernas y burdeles, a la vez que tejió una amplia red de colaboradores infiltrados en los tugurios de los bajos fondos, con unos resultados espectaculares.
El científico estimó que una de cada cinco monedas que circulaban por Inglaterra era falsa y, por la documentación existente, en poco más de dos años y fruto de sus pesquisas, fueron encarcelados más de cien delincuentes y algunos de ellos mandados ahorcar.
Gracias a su buena labor, en abril de 1696, para entonces contaba ya con 53 años, fue nombrado Director de la Casa de la Moneda, ubicada en la misma Torre de Londres. Ni que decir tiene que, en aquella época, lo de morder las piezas de oro para saber si eran de 24 K, vamos de oro fino, ya ni se estilaba ni resultaba útil. Sin embargo…
‘Falsa monea’
Sin embargo, casi dos siglos y medio después y en España, la expresión de más arriba adquiría fama como título de una copla homónima, Falsa monea, de los maestros Juan Mostazo y Ramón Perelló, que se oía y veía en la boca de Imperio Argentina y la película Morena Clara (1936).
‘Gitana, que tú serás / como la falsa monea, / que de mano en mano va / y ninguno se la quea. / Que de mano en mano va / y ninguno se la quea’. Una maravilla de letra y música, cuyo texto nada tiene que ver con lo que la creencia popular de la época le adjudicó, el supuesto de que tras él se ocultaba una maldición gitana. No, nada de eso.
Claro que, en otro orden de asuntos, hay quien dice que en esta vida todo (o casi) es cíclico, y es probable que no ande falto de razón, verá por qué le digo esto. Resulta que entre el sucedido alquimista newtoniano de finales del XVII y el musical coplero de mediados del XX, tuvo lugar otro acontecimiento que justifica esa, a veces tontuna, ocurrencia de que “todo es cíclico”.
Estoy tratando de decirle que, a mediados del siglo decimonono, volvió a ponerse de moda la costumbre de morder, para saber de primera mano si era de oro puro o no, una pieza determinada.
La fiebre del oro
En general es como se conoce a un rápido y masivo período de migración humana, hacia aquellas zonas rurales en las que se habían descubierto yacimientos de oro. De manera especial, la expresión está asociada a la que tuvo lugar en California, Estados Unidos, en 1848 y que duró más de un siglo, hasta aproximadamente 1960.
Con ella volvió la costumbre de morder a fin de averiguar, rápida e inmediatamente, la ley del oro de un trozo de material porque este método analítico, aunque elemental, tiene su fundamento y explicación científica. Unos que nos permiten afirmar que su origen no está, sólo, en la ficción pirata, tal como planteamos hace unas entradas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

1 comentario:

  1. Unas entradas intereresantes y bien explicadas. enhorabuena.

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